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Cartas al director

Parca y guadaña

A Rey muerto Rey puesto, qué gran verdad. El cadáver de la Reina Isabel II aún caliente y el Reino Unido ya tiene un nuevo soberano, Carlos III. La vida sigue, nada puede detenerse y la parca nos iguala a todos; seas la persona más importante, la más acaudalada del planeta, seas el más humilde y desconocido de los seres humanos, a todos nos visitará la guadaña. Las honras fúnebres de la Reina Isabel II se retransmiten en directo a todo el orbe; fastuosidad, solemnidad y suntuosidad propias de la ceremoniosa Monarquía británica darán su último adiós en loor de multitud a la sin duda más querida de sus monarcas. En ese mismo instante en muchos lugares del planeta, mucha gente de toda edad y condición morirá en la más espantosa soledad, serán enterrados en una fosa común; cuerpos anónimos entrelazados unos con otros que a nadie importan y nada dejan en herencia e incluso los habrá que ni siquiera optarán a eso. No sabemos si después de esta vida existe otra; es el gran misterio cuya solución conoceremos cuando ya no sea posible meter la marcha atrás y depende de la fe y convicciones de cada uno. El óbito, la defunción, el «irse al otro barrio» es lo más democrático que existe desde que el mundo es mundo. Por mucho que intentemos engañarla, esquivarla, ella nos espera fiel a su cita y aunque actuemos como aquel criado del famoso cuento que se asustó al ver que la muerte al mirarle le hizo una mueca por la mañana en un mercado de Bagdad y montando a caballo huyó despavorido a galope tendido para ocultarse en Samarra y allí librarse de ella, resultó que era en esa ciudad donde en verdad le esperaría aquella noche para llevárselo. Ricos y pobres, poderosos y humildes recordemos aquello de: memento mori. Es algo inexorable.

Francisco Javier Sáenz Martínez

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