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Cartas al director

ChatGPT no me da miedo

Tanto para bien como para mal, hay ciertas aplicaciones tecnológicas que se han convertido en el pan nuestro de cada día. No importa que estemos recién levantados, en clase, en el trabajo, haciendo deporte o alternando con nuestras amistades. Todas ellas dependen de los smartphones (en otras palabras, los móviles que ahora tiene la mayoría).

«Subir una story corriendo», «desahogarse ante la subida del Euribor con un tuit», «mirar quién me ha mandado un whatsapp» o «ver qué se cuece en Spotify» se han convertido en frases cotidianas de nuestro día a día. Casi cualquier persona no aislada del paradigma de la Web 2.0 en la red de redes depende de la mayoría de estas aplicaciones.

Ahora bien, la vida nueva que ha traído, como se suele decir, el año 2023, no tiene nada que ver con las aplicaciones más vinculadas a la socialización o el postureo (en un sentido no necesariamente crítico o peyorativo), sino con nuestras formas de trabajar y de formarnos. Y sí, también hay alteraciones emocionales.

En muchas oficinas y aulas se está hablando del asistente de búsqueda llamado ChatGPT, una solución de la inteligencia artificial (IA) que responde a muchas consultas de búsqueda de una manera más precisa que los motores de búsqueda online tradicionales (por ejemplo, Google, DuckDuckGo y Baidu).

Hay gente asombrada porque en pocos segundos pueden obtener una redacción, una reseña, una descripción o un desarrollo matemático en escasos segundos. Pero ese asombro no siempre se ha percibido con optimismo sano. Unos se confían demasiado y otros tienen un temor apocalíptico neoludita.

No obstante, sin extendernos demasiado, hay que tener en cuenta que los desarrollos tecnológicos no tienen por qué asustarnos de por sí. Básicamente es un sistema entrenado con ingentes cantidades de datos, desplegado en infraestructuras con alta potencia computacional y ciertos modelos predictivo-generativos que tienen su explicación matemática.

Ese sistema dependerá aún de la acción humana para su mejoría, pero aquí estamos hablando de algo que optimiza la precisión de búsqueda en el menor tiempo posible. No se están haciendo fórmulas mágicas basadas en la predicción del futuro con probabilidad total o el mero juego de las adivinanzas.

El desarrollo de la IA viene a ser, simplemente, otro toque de atención para que nos reinventemos en nuestro día a día, tanto en lo académico como en lo profesional. Pero la reinvención solo es necesaria si se tiene en cuenta aquello que no se podrá reemplazar: creatividad, innovación y pensamiento crítico.

Estas soluciones tecnológicas solo serán un problema cuando algunos agentes humanos muy concretos pretendan acoplarlas para monitorizar al individuo o anular el pensamiento crítico de una verdadera sociedad abierta. La máquina, como fruto del orden espontáneo, no es la que nos encadenará. Eso lo harán ciertos seres humanos contra los que hay que librar batalla.

Ángel Manuel García Carmona

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