Vamos a menos

De las fotos del equipo titular de hace unos 50 años vamos quedando cada vez menos. Yo jugaba de central y era capitán, un central de aquellos del 3-2-5 y el portero en un equipo que disfrutó ganando partidos a mansalva por las parroquias y luego Ligas de la Amistad.

Primero fue el defensa izquierdo José M. «Lobo»; el Sida lo liquidó en meses. Luego el delantero centro «Ito», más tarde el interior izquierdo «Curruco» y el último el extremo derecho Tino, ambos en pocos meses y de cáncer, y hace unos pocos días Gonzalo, mi defensa lateral derecho.

Me he quedado solo y huérfano en la defensa.

Vivimos demasiado rápido y apenas dejamos tiempo a que la conmoción nos moje algo. El olvido es corrosivo y las desgracias de los otros se disuelven con los días, pero cuando afectan a nuestra intimidad nos cuesta más trabajo sobreponernos y aflora nuestra capacidad de ternura, nuestro poso de empatía y la triste cotidianidad nos dice que la vida sigue sin aquellos a los que quisimos y con los que nos sentimos y disfrutamos tan a gusto.

No le temo a la muerte, pero una vaga e incierta inquietud se va apoderando de mí con sus recuerdos. Ya no tengo a quién felicitar ni abroncar por aquella bonita o mala jugada, por el pase bien dado o gritándole más ardor y lo malo es que me siento con pocas fuerzas yo solo como defensa para despejar, centrar o evitar un ataque prometedor del contrario o iniciar una ofensiva.

Ahora, yo solo, ¿con quién formará barrera o a quién mandaré adelantar la defensa?

La próxima vez que, echando de hemeroteca futbolística, vuelva a mirar las fotos del equipo titular con ese sentimiento de tristeza, acordándome de alguien que ya no existe, quizás falte alguno más o quizás ya ni yo esté y sea uno de ellos, que seguro estoy que me acogerán otra vez como su capitán. Es ley de vida, injusta a veces, pero inexorable e implacable.

A todos ellos, buenos jugadores y mejores personas que nos han abandonado, quede aquí reflejado mi más profundo sentimiento por tan sensibles pérdidas