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Cartas al director

El sanchismo: una realidad evidente

En un intento desesperado de salvar los muebles de cara al 23-J, Sánchez se ha lanzado de cabeza a los medios de comunicación –sorprendentemente incluso a los que no se muestran afines a sus políticas como Alsina en Onda Cero– con una máxima patente: negar el sanchismo como una de las peores formas de ejercer el gobierno en democracia.

Sin embargo, es una evidencia su existencia a pesar del esfuerzo del presidente en funciones y de su equipo por afirmar que no es más que un espejismo creado por la malvada oposición, y para convencer al electorado de tal asunto ha sumado a sus filas al expresidente Zapatero, quien el pasado sábado ofreció una entrevista en La Sexta Xplica en la que mostró una faceta menos dulcificada, más bravucona que nunca, con la ceja más curvada y hostil que en sus años de gobierno, para afirmar de manera recalcitrante que el sanchismo no es más que una burbuja que hay que pinchar, al mismo tiempo que sacaba pecho afirmando que «es un éxito que Bildu esté en las instituciones».

Son los argumentos del socialismo de hoy –si es que así puede llamarse a la actual deriva del PSOE– una retórica caracterizada por la oquedad, y es que no son un espejismo las contradictorias declaraciones de Sánchez sobre los pactos con Podemos, el sueño inconciliable y el abrazo con Iglesias que vendría más tarde, así como la línea roja que suponían los pactos con Bildu, herederos políticos de ETA – que hoy no existe, como tampoco existen las vidas que sesgaron en la sinrazón de su lucha armada– para convertir lo rojo en verde y entregar a los que acaban de quitarse el pasamontañas la condición de grandes demócratas y políticos de estado.

Sánchez, sin duda, se ve en la calle y no tiene nada que perder, de ahí que haya decidido morir matando, jugar como el ludópata que sabiéndose perdedor decide arriesgarlo todo a una carta por si acaso sonara la flauta, aunque sea la del de Hamelin, y alguna rata decidiera seguir bailando el agua a quien ha hecho de la mentira el fundamento ontológico de sus políticas gubernamentales.

Raúl Calleja Fuentes

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