Fundado en 1910

Cartas al director

25 de agosto: san José de Calasanz

Aragonés cuya larga vida se desarrolló desde mediados del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII, primero en España y luego en Roma. El carisma que lo caracterizó fue la instrucción de los niños pobres: origen de las Escuelas Pías.

Sus primeros años en Roma le ayudaron a transformar sus ansias de títulos y canonjías en una desbordante preocupación e inquietud social por la educación de los niños pobres y menesterosos. Su Roma ciudad de paso, con billete de ida y vuelta, se convirtió en residencia definitiva de su larga vida: «He hallado en Roma la mejor manera de servir a Dios, ayudando a esos pobrecillos». En sus primeros escritos dejó constancia de que «a nadie se recibirá sin el testimonio del párroco de que es pobre».

Quisiera resaltar algunos aspectos de esta vocación singular. Luchó y defendió la igualdad de oportunidades: educación de calidad para todos, sin distinción de las clases sociales. Principios que ahora nos parecen tan normales no lo eran entonces. Tuvo que defenderse y luchar denodadamente contra los partidarios de la educación clasista y exclusivista de aquellos tiempos, porque educar a las clases bajas era atentar contra la estructura de la sociedad estamental.

Fruto de la experiencia y del sumo respeto que Calasanz sentía por la persona del alumno consideraba que era mejor educar que instruir. Es decir, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales de los niños o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc. Esto era superior al mero enseñar, doctrinar, comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas.

Es fácil comprender, varios siglos después, no solamente la actualidad sino la perennidad de los principios de san José de Calasanz.

Juan Antonio Narváez Sánchez

comentarios
tracking