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22 de septiembre de 2024

Cartas al director

La belleza de la liturgia

Cuántas veces se ha escuchado o se ha escrito criticando las misas parroquiales, en sentido de largas, pesadas, aburridas… Se hace necesario precisar o diferenciar la parte de culpa que puede haber en el sacerdote celebrante y en la falta de una idea clara, traducida en falta de fe, del pueblo asistente.

Con motivo de celebrarse este año el sesenta aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium, el primer documento emanado del Concilio Vaticano II, en el que lo más llamativo y novedoso fue la introducción de las lenguas vernáculas para los textos litúrgicos. Pero que hay otros aspectos, mucho más trascendentales que quedan reflejados en esta Constitución y en los que es necesario incidir.

Este documento contiene algunos párrafos que es conveniente resaltar y comprender para encontrar cierto sentido en lo comentado en el primer párrafo de esta carta. Por ejemplo, en el punto 26 se dice que «las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos».

Y, sobre todo, cabe destacar lo fundamental, que es el mismo Jesucristo quien está realmente presente en toda la obra litúrgica. En el punto 7 se lee: «Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente a su Iglesia sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla».

Juan Antonio Narváez Sánchez

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