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Cartas al director

El otro yo

Un niño, otro más, ha sido salvajemente asesinado hace unos días y el presunto criminal declara que él no lo mató, sino su otro yo. Hace ya mucho tiempo y muchos asesinatos que lo primero que nos dicen es que el autor o autora padecen enfermedades mentales, sufren algún tipo de tara, soportan alguna merma en el interior de su cerebro, etc. La gente de a pie, legos en trastornos mentales, nos maliciamos que se trata de un ardid, un trágala, para lograr que el o la responsable del delito logre una circunstancia atenuante cuando no eximente; se tiende a que nos apiademos del delincuente más que del occiso.

Una verdadera lástima que el asesino no matara al otro yo del niño Mateo y así poder seguir con vida; imploro con vehemencia que jueces, fiscales y acusación particular exijan todo tipo de pruebas periciales realizadas por profesionales competentes e independientes para evitar que los dizque trastornos mentales se conviertan en un coladero para eludir responsabilidades penales. Hablamos de la vida, de la muerte de personas inocentes, a las que alguien eligió de manera aleatoria o no para expulsarlas de este mundo.

La maldad existe, siempre ha habido y habrá individuos con aviesas intenciones y no es de recibo trivializar con supuestas deficiencias mentales utilizándolas como un atajo para que un hatajo de delincuentes se vaya de rositas porque los culpables son voces, ruidos, visiones, fantasmas, sombras, el otro yo, etc. El buenismo mata, no lo consumamos.

Francisco Javier Sáenz Martínez

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