Cartas al director
La inmigración, problema
En la mente de nuestro presidente de Gobierno –que así gusta ser llamado– está condensada la idea de que es el «puto amo», como reconoció su otro yo, el ministro Puente, que hace de eco a lo que en cada momento siente. Y con ese aura se ha dado el viaje por África para solventar de una vez por todas el difícil problema de la inmigración. Todo sea por sentirse protagonista, aunque aquí alabe la inmigración, como algo necesario para España y allí dice lo contrario y promete echar a todos los ilegales y acabar con las mafias. No es tan sencillo acabar con un derecho natural, el de buscar en el mundo, que es de todos, un lugar donde se encuentre «la tierra prometida», o deseada, con la que se sueña desde la infancia. Por supuesto que lo ideal es que los movimientos migratorios sean ordenados, por el mismo interés de los inmigrantes, pero eso no se puede hacer con parches, que es lo que ofrece Sánchez como el que vende un crecepelos. Es una cuestión que exige soluciones internacionales, empezando por la pacificación y el fomento de la Economía en los países origen de los movimientos. Ahí tenemos como ejemplo a Sudán sufriendo una guerra ya durante 16 meses, que ha ocasionado el traslado de diez millones de personas que han huido y lo siguen haciendo a donde pueden, ya sea Chad, Sudán del Sur, Egipto... y el que puede al paraíso europeo, donde les insultarán llamándoles «ilegales» o «irregulares», y les amenazan con devolverles a su origen. Sólo es un ejemplo, pero África y países de otros continentes tienen el mismo problema. El Papa dice que rechazarlos es pecado. Pero, ¿quién peca en un mundo en que Dios ha sido sustituido por hombres que todo lo lo saben, que todo lo pueden y que se consideran infalibles?