Cartas al director
Más cine, por favor
El espectador está arrellanado en una confortable butaca cuando de repente se apagan las luces y la pantalla se ilumina: Un momento mágico; nos sentimos transportados a otro mundo, embelesados, acunados por un hechizo inefable. Recuerdo siendo niño, al ver al león de la Metro rugiendo, una fascinante excitación a la espera de aventuras y me sentía extasiado. El llamado séptimo arte supone una experiencia única: risa, pena, angustia, alegría, empatía, rechazo, etc., experimentamos todo tipo de sentimientos mientras miramos absortos a la gran pantalla que nos abduce y atrae como el más poderoso de los imanes, nos envuelve.
El cine es también un arma propagandística que llega a los lugares más recónditos; Hollywood, por ejemplo, nos ha inoculado quiénes han sido los malos a lo largo de la historia: indios, mexicanos, japoneses, alemanes, rusos, vietnamitas, etc., siempre los otros. Regímenes políticos de toda laya, han utilizado el cine para predicar su evangelio; hogaño, el cine también adoctrina, no hay duda. Un sinfín de salas de cine han desaparecido de pueblos y ciudades, abocadas a apagar la pantalla por falta de rentabilidad, operaciones inmobiliarias y nuevos hábitos. A pesar de todo: «Cine, cine, cine; más cine por favor, que todo en la vida es cine y los sueños cine son», Luis Eduardo Aute, dixit. ¿Qué tal si vemos una peli, pero en el cine?