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Cartas al director

El nuevo relativismo

A pesar de haber sido rechazado a lo largo de la historia, el relativismo ha encontrado en el pensamiento contemporáneo una inesperada y sorprendente acogida. El relativismo moral se ha infiltrado en las estructuras sociales y políticas de nuestro tiempo. Sostiene que toda verdad es relativa a cada individuo. Niega la existencia de verdades absolutas, ya sea en el ámbito del conocimiento o de la moral. Esto significa que las cosas son según quién y cómo las mira, por lo que, inevitablemente, impera el subjetivismo y el relativismo en todas las facetas de la vida.

Los relativistas presumen de tolerancia. La realidad es que no consienten que nadie cuestione su postura. El relativismo eleva a verdad absoluta la propia opinión. Incluso se impone a las demás, cayendo así en el totalitarismo. Benedicto XVI afirmó que en nuestro tiempo «se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos»·.

La verdad es lo que las cosas son, no lo que me parece que son o lo que quiero que sean. El relativismo ético afirma que todo es lícito con tal de que a la persona le parezca bien y le agrade. Se cae así en la permisividad, apartándose de los principios y valores morales.

En una democracia consolidada, los principios éticos y morales deberían guiar las acciones y decisiones tanto individuales como colectivas. Sin embargo, el relativismo moral ataca este núcleo, al borrar la distinción entre lo que es y no es éticamente correcto. El relativismo moral es una amenaza creciente para la deseable cohesión social: para la integración de la ciudadanía en su comunidad.

Gerardo Castillo Ceballos

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