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Cartas al director

Hipócritas

Los griegos llamaban hypokrites a los actores de teatro que actuaban bajo (hypo) una máscara. Con el tiempo, el término saltó a la sociedad para señalar a todo aquel que fingía ser quien no era, tomando así, definitivamente, un sentido negativo. De hecho, Jesús ya acusó de hipocresía a los fariseos, hoy sinónimo de hipócritas. Y es que el hipócrita no solamente finge, sino que se erige en censor, mientras él se comporta igual que aquellos a los que reprueba, y eso es lo que le hace aún más canallesco. Hoy la política española nos brinda dos paradigmas de la hipocresía: el Uno es Pedro Sánchez, que llegó proclamando su lucha contra la corrupción y por la «regeneración democrática», mientras convertía su sede, con su mujer al frente, en centro de negocios y patrocinios interesados.

Y su mano derecha, el tal Ábalos, sacaba provecho de la pandemia haciendo tratos con delincuentes —hoy entre rejas— y empleando a un antiguo portero de puticlub como agente comercial; y esto es solo una muestra. El otro es Íñigo Errejón, portavoz de Sumar, erigido en adalid del feminismo radical mientras, según declara, llevaba al límite «la contradicción entre persona y personaje», curioso eufemismo para confesar su hipocresía. Así ha puesto fin a su irrelevante carrera política para cumplir la pena impuesta por la inquisición feminista, donde no se contempla la presunción de inocencia ni el perdón de los pecados. Hoy muchos de los miembros — y miembras— de su partido se rasgan las vestiduras, pero según parece las andanzas del machista confeso eran conocidas, de modo que la actuación de esa tropa recuerda a los hypokrites griegos o quizás esté más cerca de los fariseos.

Manuel Sierra

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