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Cartas al director

Las manos achicharradas

Iba uno pensando por qué se ponen tanto las manos en el fuego por otros en un negocio tan sucio (a veces) como antiguo que es la política. ¿Es acaso necesario que la mentira y el deshonor campen impunemente en el escenario político español actualmente?

Dícese que eran Roma y la vieja Grecia los que inventaron el sistema democrático del que desciende el que tenemos hoy y resulta que de 82 emperadores romanos 26 fueron brutalmente asesinados por aquellos que les sucederían.

Es, por lo tanto, y dado que Roma es probablemente el reflejo de la clase política que más se ajusta a lo que tenemos hoy, más que loable la acción de defenestrar al contrario. Matarlo no, hoy eso no está bien visto. Pero si algo tiene eso de poner la mano en el fuego es que en la antigua Roma el que ponía la mano en el fuego hacía eso literalmente. Si tu emperador caía era probable que si no eras parte del complot eras parte de los «daños colaterales». Muerto, vaya.

No deja de ser gracioso además que un gobierno que roza lo anti-católico use una expresión cuyo origen, aunque incierto, se atribuye a las ordalías medievales en las que alguien podía demostrar su inocencia haciendo literalmente eso, meter las manos en un fuego. El fallo resultante era tan justo como ridículo era el método judicial.

Señora Montero, cuando termine usted de achicharrarse las manos, debería agradecer no vivir en la antigua Roma y tener que morir junto al prócer de turno.

Menos manos en el fuego y más manos a la obra.

Juan Martín Sánchez

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