El silencio del Papa

Llegan noticias de que el Papa sufre una infección polimicrobiana, y ha cancelado todas sus citas; la enfermedad del Papa es un forzado silencio, aunque no deje de pedir por la paz: «Sigamos rezando por la paz en la atormentada Ucrania, en Palestina, en Israel y en todo Oriente Medio, en Myanmar, en Kivu y en Sudán» (Ángelus del 16 de Febrero). En el silencio resuena especialmente el ruido de unos y otros: de Trump, un cristiano que propone cambiar todo el escenario geopolítico, en todos los frentes, empleando estrategias (si se pueden llamar así) de una falta de ortodoxia verdaderamente notable; de Putin, un ortodoxo que ejerce el dominio y la invasión; de Europa, una que fue católica que no sabe qué tipo flojera elegir.

El asunto de la guerra y estas extrañas estrategias no van de otra cosa que de mirarse al ombligo y matar, primero moralmente, luego físicamente, y luego vaya usted a saber. Madre Teresa decía: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz».