Sin presupuestos y sin elecciones
Sánchez, sin haber asesinado y torturado como ha hecho su aliado y socio Nicolás Maduro, está en la misma situación que el criminal dictador venezolano
Dice Pedro Sánchez que no necesita presupuestos para seguir gobernando. Que aquello que le decía él mismo a Mariano Rajoy de que «si no hay presupuestos, hay que ir a elecciones» era una mera añagaza política para echar a los pardillos de los populares del poder. Cosa que en efecto logró. Pero deja claro que a él no le vengan con idioteces porque por segundo año consecutivo piensa gobernar sin presupuestos, prorrogando aquellos ya casi olvidados que nada tienen que ver con la realidad española actual y no pueden servir para siquiera intentar un año de cabal y eficaz gobierno.
Eso a Sánchez le trae sin cuidado porque sus prioridades son otras. Sánchez quiere quedarse. Y nadie dude de que si tiene que crear tensiones para prorrogar no solo presupuestos sino la legislatura sin convocar elecciones lo hará. Se les ocurrirán formas de generar estados de excepción con la misma facilidad con la que se propone destruir la cruz y la basílica del Valle de los Caídos.
En los países considerados democráticos uno de los elementos más consolidados de la higiene institucional era esa asumida obligación de cumplir con la presentación de la ley máxima de gobierno que son los presupuestos. En caso de no poder hacerlo por falta de mayoría se planteaba la cuestión de confianza o directamente la disolución del parlamento y elecciones porque el gobierno había dejado de tener el apoyo de una mayoría y por tanto quedaba despojado de legitimidad.
Pero imaginen lo que le puede importar a Pedro Sánchez la legitimidad, cuando le importa una higa la propia legalidad. Él no necesita unos presupuestos porque gobernar el país con unos proyectos generales para del bien nacional y común es algo que no ha hecho nunca ni tiene intención ni interés en hacer ahora.
Hoy más que ayer pero menos que mañana Sánchez gobierna exclusivamente para mantener el poder en aras de la impunidad propia, de su familia y de todo un gobierno y cúpula cómplice en el brutal saqueo del que son víctimas los españoles y el patrimonio nacional.
Sánchez, sin haber asesinado y torturado como ha hecho su aliado y socio Nicolás Maduro, está en la misma situación que el criminal dictador venezolano: si pierde el poder va a tener inmensas dificultades para que no caiga sobre él y su tropa el peso de la ley.
Ni siquiera la segura disposición del Partido Popular a olvidar todo lo sucedido y barrer todas las montañas de fechorías socialistas bajo la alfombra,
–hoy por ti, mañana por mí–, van a poder salvarlos esta vez porque el descaro y la prisa que se han dado tantos en enriquecerse los ha llevado al exceso y al descuido. La República Dominicana está en todas partes. Por eso, deberíamos ser todos conscientes de que la gente que gobierna con Sánchez a su cabeza hoy son capaces de todo por seguir.
Y piensen en el contexto. El virtual partido único de la socialdemocracia que componen en Europa los populares y los socialistas se siente acosado por los partidos nacionales y soberanistas que llaman «ultraderecha». El pánico se ha disparado tras la victoria de Trump. Por eso están tomando todo tipo de medidas para preservar su hegemonía y poder que creían eternos y ahora vez en peligro. Y las medidas no andan sobradas de escrúpulos democráticos.
En Rumanía suspenden las elecciones porque no gusta el candidato y Bruselas aplaude y se pone una medalla por ello. En Austria, las obscenas injerencias externas han impedido un gobierno de coalición de las fuerzas conservadoras el Partido Popular y el Partido Popular, alianza que ya ha existido en Austria y que sin embargo ahora no se ha tolerado desde Alemania y Bruselas.
Y en la propia Alemania se ha producido un acontecimiento grotesco que sin embargo todos los medios de la opinión sincronizada socialdemócrata y la propia Unión Europea han asumido con total tranquilidad y aplauso. En Berlín se ha aprobado una triple y profunda reforma constitucional con el parlamento saliente y caduco un mes después de las elecciones, porque en el nuevo parlamento no hay mayoría para esa reforma.
Todo eso ha sucedido en estos últimos meses en países de la UE sin que nadie alce la voz más que contra Hungría y la conocida manía de Viktor Orban de cumplir con sus promesas electorales, defender su soberanía nacional y la voluntad expresa de los húngaros. Imaginen la que se puede organizar en la España de Pedro Sánchez, Bolaños, Junts, Delcy Rodríguez, Acento, Zapatero, la embajada china, Otegui y el narcoforo de Sao Paulo triunfante por el Guadalquivir para buscar un pretexto que prolongue la vida política del usurpador con o sin abrazo del partido de Núñez Feijóo y Úrsula von der Leyen.