Cartas al director
Lo que nos merecemos
Tenemos lo que nos merecemos. Esta aseveración me ha perseguido durante los últimos años en muchas conversaciones. Seguro que, a usted, también. Y lo mejor de todo es que cuando alguien lo dice nosotros automáticamente pensamos que con nosotros no va la cosa. Debe ser porque tenemos tan mal asumido nuestro individualismo exacerbado que pensamos en nosotros mismos como en una isla independiente de sabiduría y bien hacer en medio de un proceloso océano de cretinismo que, por supuesto, no es completamente ajeno. Cuando veo en la TV cómo Trump humilla a Zelenski con el aplauso a rabiar de Putin, y algunos más, inmediatamente pienso en cómo es posible que dos de los peores personajes que pisan el planeta hayan conseguido convertirse en los que detentan el presente de la Humanidad en sus manos.
Es que, aunque no los hayamos votado todos tenemos, en este caso por omisión y como europeos que sí somos, la sensación de que podíamos haber hecho mucho más para impedir que dos psicópatas se estén jugando a los chinos, y con permiso de estos, el amanecer de mañana, pasado y al otro. Y no se trata de animar a la injerencia en países no propios, es cosa de intentar encontrar ese preciso momento en el que permitimos que se nos faltara al respeto y, como frente a un hijo adolescente en pleno ataque de rebeldía, no fuimos capaces de sofocarlo y reconducirlo.
Europa no es un museo, es un anciano terminal al que un Alzheimer galopante hasta le ha hecho olvidar lo que fue. Ahora no somos nada y así nos tratan.