¿Quién no aplaude a Zelenski?
El desprecio a Zelenski de ministros y diputados de Unidas Podemos hace inviable su continuidad en el Gobierno y es achacable, en exclusiva, al presidente Sánchez
El plantón o la incomodidad mostrada por varios diputados de Unidas Podemos ante la comparecencia telemática de Volodímir Zelenski en el Congreso refleja mucho más que una inaceptable insensibilidad ante el símbolo de la resistencia de todo un país al horror desatado por la Rusia de Putin.
Eso, en sí mismo, ya sería suficiente para repudiar a los dirigentes que se ausentaron del hemiciclo, a quienes aplaudieron a regañadientes y entre críticas al compareciente y a quienes, desde fuera y en ese mismo entorno ideológico, repudiaron directamente al presidente de Ucrania.
Que les moleste a todos ellos, empezando por el líder de IU y ministro de Consumo, Alberto Garzón, que en Ucrania esté prohibido el comunismo; denota sus raíces ideológicas y delata su conexión con el universo soviético que explica el repudio a Rusia desde Kiev.
El Debate ya ha insistido, en incontables ocasiones, en la improcedencia de mantener en el Gobierno a un partido de raíces comunistas confesadas que, además, simpatiza con regímenes tan abyectos como los vigentes en Cuba y Venezuela
Putin será muchas cosas, desde luego, pero también y antes de todas ellas un producto de la URSS que repite consignas de Stalin tan bochornosas como la «desnazificación» para justificar la cruel invasión de Ucrania.
Podemos se negó, en los parlamentos europeo y español, a incrementar la ayuda a Ucrania o a enviarle armamento. Y solo la vergüenza pública que supone posicionarse claramente contra la víctima de este conflicto explica sus disimulos: en realidad, está más cerca de las posiciones de Venezuela o China, cuyos regímenes se alinean de distinta manera con el Kremlin.
La falacia de que se puede estar contra Putin sin despreciar a la vez la siniestra trayectoria del comunismo y de la URSS se cae así por su propio peso y desvela la catadura de un partido incapaz de posicionarse con la OTAN, Europa y los derechos humanos sin ambages, trucos retóricos y subterfugios; derribados todos con la visita virtual de Zelenski.
El Debate ya ha insistido, en incontables ocasiones, en la improcedencia de mantener en el Gobierno a un partido de raíces comunistas confesadas que, además, simpatiza con regímenes tan abyectos como los vigentes en Cuba y Venezuela.
El desprecio a Zelenski es la gota que colma el vaso y lo desborda: no se puede seguir representando a España, de ninguna manera, y desairar al presidente que más solidaridad suscita en Occidente. Y que Unidas Podemos no lo tenga claro les define; pero también retrata al presidente que mantiene en su Gobierno a ministros incompatibles con los estándares democráticos más elementales.