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Editorial

¿De qué tiene miedo Sánchez con Marruecos?

Es inaceptable que se mantenga la duda de si el presidente ha dado un volantazo con Marruecos atemorizado o extorsionado por el espionaje que sufrió de los beneficiarios de sus decisiones

Actualizada 07:55

Solo dos meses después de que, con su frivolidad habitual, Pedro Sánchez se vanagloriara de las espléndidas relaciones con Argelia, el régimen de Argel prácticamente ha roto sus relaciones diplomáticas con España, abriendo un frente internacional de inquietantes consecuencias en todos los órdenes.

Desde luego en lo económico, con un veto comercial que puede cercenar de un plumazo hasta 3.000 millones de euros de facturación de empresas españolas que ya no podrán exportar a Argelia en las mismas condiciones sus productos o venderlos directamente allí.

Y también es previsible que afecte al suministro de gas, en un momento de carencias y sobreprecios que hacía aún más estratégica esa alianza y permitía a España, incluso, aspirar a convertirse en un referente para toda Europa por la combinación entre la materia prima argelina y las siete plantas de tratamiento españolas.

Incluso el descontrol de la inmigración, que es una herramienta de presión habitual en todas las plazas del norte de África; o el terrorismo de corte fundamentalista, que puede crecer como amenaza por la enemistad pública manifestada ahora por Argel.

Todo ello obedece a una decisión unilateral de Sánchez en el Sáhara que no ha explicado a nadie, carece del plácet institucional del Congreso; modifica medio siglo de posición española y coincide con un siniestro episodio de espionaje al presidente del Gobierno que avala la sospecha de que cambió de posición presionado por lo intervenido en su teléfono.

La mera duda ya resulta escandalosa y suficiente para exigir una respuesta inmediata. ¿Quién le espió, qué encontró y qué posibilidad hay de que lo haya usado contra Sánchez?

No se conocen las razones exactas del insólito viraje de Sánchez, pero sí las consecuencias: Marruecos va a consolidar su jerarquía en el Sáhara sin asumir, a la vez, la españolidad de Ceuta y Melilla; sin renunciar a sus aspiraciones en el entorno de Canarias; sin abrir aún las fronteras comerciales con España y generando un gravísimo conflicto entre Argel y Madrid de efectos devastadores.

Que el mismo presidente que hace un año permitió la entrada clandestina del líder del Polisario, con desprecio a Marruecos y complicidad con Argelia; haga justo lo contrario ahora, y en ambos casos sin explicación; es escandaloso.

Y que lo haga bajo la sombra de haber sufrido extorsión, sea o no cierto, resulta inaceptable. Sánchez no tiene derecho a jugar caprichosamente con asuntos de Estado tan evidentes como la posición internacional de España. Y mucho menos si lo hace con su proverbial opacidad y con la generalizada inquietud de que ha sido, es o será chantajeado por los receptores de sus irresponsables dádivas. ¿Qué saben del presidente que tanto le asusta? Y si no es eso, ¿por qué actúa como si la única razón fuera esa?

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