¿Es feminista aceptar o provocar la dimisión de una embarazada?
Resulta deplorable que Sánchez y Lastra se presten a utilizar un embarazo como coartada para una decisión política que conculca todo el discurso de la izquierda sobre los derechos de la mujer
El PSOE, y más en concreto Pedro Sánchez, han dado un deplorable ejemplo con la salida de Adriana Lastra como vicesecretaria general del partido, al permitir o impulsar su dimisión con la excusa de que tiene un embarazo de riesgo, como tantas otras mujeres dignas de cuidados y protección.
Alegar esa razón, cuando no inducirla o al menos aceptarla, conculca no solo la legislación laboral vigente, que prevé bajas médicas y excedencias garantistas para las futuras madres, sino también una parte del discurso central de la izquierda española, centrada en un maniqueísmo de género que a menudo es un mero negocio político, económico y electoral.
Porque si acatar que la maternidad es incompatible con la estabilidad laboral es un bochorno en sí mismo, mucho más lo es en quienes han soflamado una existente guerra de géneros y han legislado desde el deplorable prejuicio de que el sexo masculino tiene un pecado de origen y la mujer es, en su conjunto, una víctima potencial.
La salida de Lastra, una de las más contumaces y sectarias colaboradoras de Sánchez desde sus comienzos, hay que incluirla en la purga habitual del caprichoso secretario general del PSOE con su guardia pretoriana, despedida sin honores tras acompañarle en sus jugarretas internas y externas, con Ivan Redondo, Carmen Calvo y José Luis Ábalos como grandes ejemplos.
Y si es lamentable que un presidente que se dice «feminista» y acusa de machista a medio Parlamento acepte la coartada del embarazo para proceder a una decisión que no necesitaba excusas; mucho más lo es que asuma esa ficción una mujer que ha intentado aleccionar al resto sobre sus derechos para presentarse como garante de los mismos ante enemigos inexistentes en un país sumido gustosamente en la igualdad.
Lo que ha hecho Lastra es someterse al designio político de su jefe, permitiendo que se use su embarazo como excusa para evitar una tormenta interna en el PSOE
Una mujer embarazada no tiene que perder su trabajo nunca, y menos en un país que, desde un punto de vista legislativo y mediático, persigue la maternidad con leyes como la del aborto o la presenta como una antigualla incompatible con el desarrollo pleno de la condición femenina, pisoteada con engendros como la «Ley Trans» que permite a cualquiera serlo con una simple inscripción en el Registro Civil.
Y si alguien vincula la gestación a la supervivencia laboral, ha de ser denunciado formal y públicamente: lo que ha hecho Lastra, en fin, es someterse al designio político de su jefe, permitiendo que se use su embarazo como excusa para evitar una tormenta interna en el PSOE. Y lo ha hecho, tras presumir de valores, a cambio de mantener su acta y sueldo de diputada, un cargo que también debiera abandonar siguiente su insólito «razonamiento»: su continuidad es la mejor prueba del inaceptable montaje que entre ambos han perpetrado a costa, precisamente, de la dignidad de la mujer.