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Editorial

Las listas negras abortistas de Irene Montero

El catálogo de leyes inhumanas del Gobierno es ya atroz, y se completa con una persecución indecente a los médicos que se nieguen a ejecutarlas

Actualizada 08:20

La Ley de Libertad Sexual, un despropósito en trámite que amplía el inexistente derecho al aborto y lo permite en adolescentes de 16 años sin permiso paternal, incluye también una medida totalitaria que señala a los médicos que se nieguen a practicarlo y les inscribe en unas «listas negras» dañinas para su carrera profesional.

Afirmar esto no es solo una legítima valoración de las consecuencias del engendro legal. También es la transcripción de la memoria de la ley impulsada por Irene Montero, una ministra sectaria convencida de que la interrupción del embarazo es una fiesta y de que las mujeres, para realizarse de verdad, han de practicarlo con alegría poco menos.

A ese despropósito, indigno de una sociedad moderna e incompatible con la envejecida pirámide demográfica española, se le añade la persecución de los profesionales de la medicina, a quienes se quiere obligar a confesar su oposición moral al aborto para incluirles en un fichero de «negacionistas» de imprevisibles consecuencias para su vida personal y laboral.

En el universo de la ministra, la renuencia de los médicos a acabar con vidas viables no obedece al impulso deontológico de una profesión resumida en el juramento hipocrático, sino al perverso boicot político a su persona. Y remedia ese desafío con la creación de listados que criminalizan a quienes, en realidad, exhiben los valores que los llevaron a elegir su trabajo.

Es la misma actitud, sectaria e inhumana, que preside la Ley del Eutanasia o la Trans, marcadas como la del aborto por una pulsión nihilista de la vida humana, presentada como un estorbo a eliminar con el liderazgo del Estado: cambiar de sexo, inducir la muerte o interrumpir la gestación son, para Montero y por extensión para todo el Gobierno, opciones «progresistas» que ofrecen al desesperado una solución traumática e irreversible como única alternativa a sus quebrantos, dudas o confusiones.

En el caso concreto del aborto, a todos los males que supone consagrarlo como ideal de la mujer verdaderamente realizada, se le añade la persecución penal de quienes intentan hacer reflexionar con rezos a las víctimas de esta siniestra moda política y la estigmatización de los doctores que se nieguen a participar en el sonrojante festín letal.

Nada sorprende en una ministra procedente de un partido contrario a la esencia misma del ser humano y convencido de que todo se puede modelar al antojo de sus delirios políticos; pero es insólito que el PSOE se preste a la bacanal de inhumanidad que promueve su socio.

Defender la vida, en cualquier circunstancia, es siempre un mandato moral, innegociable desde cualquier ideología y compatible con creencias progresistas o conservadoras por igual.

Y aceptar su negación como artículo de cambalache con un socio díscolo, a quien se contenta entregándole victorias parciales que son totales para la sociedad, un bochorno histórico del que Pedro Sánchez es responsable.

Con el mal ya en marcha o en fase de ejecución, solo cabe esperar que sea efímero. El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se ha comprometido públicamente a revocar todas esas leyes si llega a la Presidencia. Sus palabras son un compromiso firme, y El Debate estará allí, llegado ese momento, para recordárselo y exigirle su innegociable cumplimiento.

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