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Editorial

El Gobierno aplica el «tezanismo» al paro y a los impuestos a la Banca

La misma manipulación del CIS se aplica en el SEPE para maquillar la degradación laboral o a la fiscalidad para justificar la demagogia más dañina

Actualizada 08:51

El Gobierno ha apostado definitivamente por la peligrosa estrategia de rebautizar la realidad para, en lugar de atender los inmensos desperfectos sociales y económicos existentes en España, cambiarles el nombre para que parezcan lo que no son.

El clímax de ese abuso está en la grosera manipulación de los datos del paro con la que Sánchez pretende simular una España próspera que en realidad no existe, por el procedimiento de aplicar la misma «cocina» a los datos del SEPE que a los sondeos del CIS de Tezanos que ayer anunciaron una amplia victoria del PSOE tanto en las elecciones generales como en las municipales, donde el triunfo del sanchismo sería aún mayor.

Y es que, según la estadística oficial, en España «solo» hay 2.9 millones de parados, lo que en sí mismo ya debería resultar suficiente, pues supone casi duplicar la tasa de desempleo de las grandes economías de la Unión Europea, con especial crueldad para los jóvenes y las mujeres.

Pero la realidad es aún peor: para lograr esa aparente mejora, vendida sin pudor por el Gobierno como un hito histórico sin precedentes, en octubre han tenido que extraer de la estadística real a desempleados formales, rebautizados en otras categorías, y esconder la evidencia de la precariedad incipiente que provoca la crisis económica vigente.

Solo entre personas en formación o de disposición limitada, que son parados en toda regla, el desempleo llegaría a rozar los 3.5 millones de personas. Y a ello hay que sumarle el cerca de medio millón de ciudadanos que, solo en octubre, solamente lograron un contrato como fijo discontinuo o a tiempo parcial, que en unos casos les sitúa en el desempleo y en otros en la precariedad.

Es decir, en la España real se padece un calvario laboral, económico e inflacionista; pero en la contabilidad del Gobierno todo son buenas noticias, fabricadas desde la sonrojante manipulación de las instituciones del Estado, sumergidas en una especie de «tezanismo» extremo con el que se pretende inducir el estado de ánimo y la intención de voto de los ciudadanos.

Y cuando con eso no llega, se añade una inquietante deriva frentista como la que pretende enfrentar la Banca con los usuarios o a los empleados con las empresas. Sobre lo primero, resumido en la creación de un impuesto demagógico al sector bancario, basta con recordar el dictamen del Banco Central Europeo: si Sánchez culmina ese delirio, lo terminarán por costear los clientes, de manera directa o perdiendo posibles compensaciones al asfixiante incremento de las hipotecas.

Y sobre lo segundo, da cuenta la vergonzosa reacción de los sindicatos UGT y CCOO, que se han echado a las calles para acosar a las empresas denunciando que la precariedad laboral es consecuencia de su codicia para amasar beneficios. Con miles de concursos de acreedores en marcha, pérdidas severas en un tercio de las pymes y el empobrecimiento masivo de la empresa tipo de España, familiar y pequeña, resulta indecente que las subvencionadas centrales sindicales ayuden al Gobierno a desviar la atención sobre su propia responsabilidad criminalizando a quienes producen hasta el 90 por ciento del empleo y los ingresos fiscales de España.

Todo ello junto conforma un desolador paisaje en el que Sánchez se limita a esconder la realidad, fabricar un relato paralelo ficticio y alimentar el enfrentamiento social; mientras la crisis se agudiza y las expectativas de España se minimizan de forma galopante.

Fracasar en la gestión, como lo hace este Gobierno, es triste. Pero apostar, como única reacción, por la falsedad y la división, es bochornoso: España necesita sosiego, sentido común y eficacia; pero lo que padece es sectarismo, incompetencia y manipulación, hasta un punto sin precedentes.

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