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Editorial

La misma izquierda radical de siempre

Sumar y Podemos son lo mismo, y van a utilizar un Gobierno que ya es un tripartito para dirimir su vergonzosa pelea

Actualizada 13:17

Ni todo el respaldo mediático acrítico a Yolanda Díaz, sin duda inducido por Pedro Sánchez, puede esconder la evidencia de que su nuevo proyecto es el penúltimo ejemplo de la feroz lucha interna que libran las distintas facciones de la izquierda para intentar sobrevivir a las próximas Elecciones Generales, donde todo apunta a un merecido hundimiento de todas ellas.

Que lo hagan desde el Gobierno, que ya es un tripartito del PSOE, Podemos y Sumar condicionado además por ERC y Bildu; demuestra la negligencia de todos y explica los desperfectos que generan en todos los órdenes: librar una competición, con juego sucio y zancadillas, desde la máxima responsabilidad ejecutiva de la nación, sólo puede generar sufrimiento a los ciudadanos y deterioro al país.

El nacimiento de Sumar, presentado como una gran novedad, no es más que la consecuencia de la decisión de Sánchez de buscar un socio nuevo que le permita aspirar a mantenerse como presidente tras los próximos comicios, una vez comprobado que el desplome de Podemos se antoja irreversible.

Y a ese reto se ha entregado Díaz, con una plataforma que pretende ser novedosa, aunque es el enésimo cambio de nombre para el mismo proyecto sectario que se conoce y se sufre en España desde 2015: una coalición de formaciones y personajes incapaces de aportar otra cosa que empobrecimiento económico, populismo social y enfrentamiento institucional.

Porque la nueva plataforma es idéntica a las confluencias o mareas que ya gobiernan en distintos ámbitos de la Administración, con resultados tan lamentables como los de Ada Colau en Barcelona o los de Irene Montero y la propia Yolanda Díaz en el Gobierno.

Ni toda la retórica desplegada es ya bastante para tapar la posibilidad de juzgarles, a todos ellos, por lo que ya hacen, que en el caso de Díaz es batir cifras de desempleo y buscar, en vez de remedios, trampas contables para esconderlo. Que toda una vicepresidenta se permita prometer una España mejor cuando no ha hecho otra cosa que deteriorar la ya existente, resultaría hasta cómico de no ser ya tan dramático.

La división de la izquierda, que ha decidido ejecutar políticamente a Pablo Iglesias y a Podemos, paradójicamente decisivos para la promoción de Sánchez y de Díaz a sus cargos actuales; no es una mala noticia para quienes quieran un relevo sensato en La Moncloa.

Pero sí lo es, mientras llega ese momento, para el conjunto de España. Porque si la coalición gobernante ya era un desastre alocado antes, ahora va a serlo más con ese tripartito oficioso que consagra la ruptura y el enfrentamiento entre Sumar y Podemos, irrelevante de no ser porque libran su batalla desde dentro del Gobierno y lo utilizarán, sin duda, como arma arrojadiza.

Que nadie se engañe, pues. Las diferencias entre Sumar y Podemos son meramente estéticas, y aunque sus discursos pretendan parecer distintos, beben de la misma fuente radical e incompetente que tantos perjuicios viene provocando y ahora se incrementarán. Porque si ya era malo un Gobierno con dos socios y dos aliados externos, añadir un tercero y sumarle una pelea obscena entre todos ellos sólo puede empeorar más los estropicios.

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