Todos a protestar
La sociedad española no puede cruzarse de pies y manos ante el desafío a su país promovido por Sánchez para conservar la Presidencia
Sociedad Civil Catalana ha convocado para hoy domingo una manifestación cargada de razones en Barcelona, capital de la indignación que recorre toda España por las inaceptables concesiones que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer al independentismo para conservar su cargo.
No se trata de una protesta más, y por ello ha de ser masiva, contagiosa y preámbulo de otras que, junto a la resistencia parlamentaria y jurídica de la oposición, recorran todo el país para demostrar pacíficamente la negativa de los españoles a aceptar sin más el formidable precio que Sánchez está dispuesto a pagar para reeditar su lamentable Gobierno.
La ocupación de los contrapoderes del Estado, paralizados como el Poder Judicial o sometidos como el Tribunal Constitucional, dejan en buena medida indefensa a la ciudadanía, que se queda así con las barreras institucionales muy debilitadas para hacer frente a la inquietante deriva del PSOE hacia posiciones de ruptura con el consenso del 78.
Y la colocan en la tesitura de acatar el procés impulsado por Sánchez o rebelarse cívicamente ante él para intentar frenarlo. Lo segundo es lo correcto en una sociedad civil sana, consciente de sus derechos y renuente a asumir los abusos de un poder político ajenos a los intereses nacionales e insensible ante los derechos de la abrumadora mayoría de españoles condenados a soportar la inaceptable factura de una investidura.
Porque Sánchez no mantiene conversaciones desde la lógica parlamentaria de buscar alianzas dentro del marco constitucional, sino para obtener una mayoría artificial a cambio de prebendas incompatibles con la esencia de la democracia, que es la igualdad entre ciudadanos, el respeto a las leyes y la cohesión de la unidad nacional.
Al contrario, trata de imponer a la mayoría la delirante visión identitaria de una minoría irrelevante que solo obtiene el poder de su capacidad de extorsión política a un dirigente debilitado y, por ello, capaz de extender la agenda nacionalista al conjunto del país para mantener un poder degradado e inútil.
Las necesidades de Sánchez no pueden avalar que los delirios de una minoría ínfima se impongan a los derechos de una mayoría abrumadora
No se puede normalizar que un aspirante a gobernar España esté dispuesto a hacerlo con partidos cuya mayor aspiración sea destruirla; ni asumir tampoco que ese objetivo estrictamente personal incluya la concesión de una amnistía escandalosa, un pacto fiscal inasumible y, probablemente, algún tipo de referéndum o consulta agresiva con la soberanía nacional.
Porque ninguna medida de generosidad puede incluir el reforzamiento de los planes que promovieron delitos, primero indultados, luego derogados y finalmente legalizados. Y de eso se trata: el viaje a ninguna parte de Sánchez comporta la legitimación de los objetivos secesionistas y la criminalización de la respuesta democrática.
Y ante eso, simplemente, hay que rebelarse. Todos debemos estar hoy en Barcelona, de manera presencial o anímica, con la motivación de que España se la está jugando en tiempo real por mor de un presidente en funciones irresponsable y bien capaz de las peores tropelías.