Ese 12,9 por ciento de voto ultra
Es urgente la batalla cultural para combatir esa manipulación de las palabras y de los relatos que convierte en ultra a la derecha y en progresista a la izquierda
12,9 por ciento es el porcentaje de voto que han sumado en España los partidos de extrema izquierda en las elecciones al Parlamento Europeo: Sumar, Podemos, ERC, Bildu y BNG. Claro que si utilizamos el concepto ultra a la manera de Pedro Sánchez, es decir, sumando a toda la izquierda, el voto ultra ha alcanzado en España el 43,1%. Pero aquí como en el resto de Europa, el socialismo ha conseguido que solo se hable de ultraderecha, y aún más ahora que en el pasado, ante una crisis de los partidos de centro-izquierda que, en muchos casos, han optado por la radicalización y las alianzas con la extrema izquierda.
¿Batalla cultural? A esto se refiere la batalla cultural, a que es cada día más necesario el cuestionamiento de los conceptos y de los relatos, cuando la manipulación izquierdista del lenguaje se utiliza para atacar a partidos democráticos y justificar a defensores de violencias y totalitarismos. Y hay que empezar por el propio Diccionario de la Real Academia, que, en su primera acepción de ultra, dice que significa extremista, pero, en su segunda acepción, dice que es ultraderechista. O que ultra y ultraderechista son sinónimos. Es decir, el Diccionario de la RAE adopta la manipulación izquierdista según la cual solo hay ultras de derechas, pero no existen en la izquierda.
Se trata de un fenómeno europeo, no solo español. Con una generalización del concepto ultra para todos los partidos que se encuentren a la derecha de los liberal-conservadores tradicionales. Con una paralela negativa a considerar extremistas a los partidos radicales de izquierdas, y con una movilización política, mediática e intelectual contra la derecha. Ahí tenemos al Nuevo Frente Popular creado esta semana para las elecciones legislativas por los socialistas franceses junto a los comunistas, los ecologistas y la Francia Insumisa. Y es la segunda vez que lo hacen, porque ya se presentaron juntos para las legislativas anteriores bajo la coalición Nupes y el liderazgo del extremista Mélenchon. A eso le llama la prensa francesa izquierda a secas y lo celebra con emoción, mientras corre el peligro de atragantarse, al igual que Sánchez, de tanto repetir ultraderecha. Con honrosas excepciones como Le Figaro, uno de los pocos medios europeos que está apostando por la batalla cultural, sin miedo y sin complejos.
En España, mientras Sánchez llama a «luchar contra la ultraderecha», gobierna con cuatro ministros de extrema izquierda, ministros que se niegan a llamar dictadura a Cuba, que justifican las violencias de extrema izquierda, que repiten las consignas de Hamás, o que demonizan a los votantes de derechas. Y la consigna del socialismo es la misma en el resto de Europa, gritando ultraderecha, cuando la ultraizquierda ha logrado importantes resultados en varios países europeos, más allá del 20% en países como Irlanda, Holanda, Suecia o Grecia, y entre el 15 y el 20% en Alemania, Dinamarca, Francia, Bélgica o Finlandia.
Pero como a toda esa extrema izquierda no se le llama ultraizquierda, no existe. Existe la izquierda a secas, y hasta parte de la derecha cae en la trampa, y repite eso de que hay una amenaza de la ultraderecha en Europa y una izquierda muy civilizada.