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EN PRIMERA LÍNEAGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

La tapadera de Balenciaga

Balenciaga ha acertado con esta nueva colección de zapatillas mugrientas. El que piense que simplemente es otra frivolidad más de la industria de la moda corre el riesgo de equivocarse

Actualizada 19:40

La firma de moda Balenciaga sigue haciendo travesuras. Su última diablura ha sido la de incluir en su nueva colección las zapatillas de un sintecho algo andarín y descuidado. Se trata de un calzado que podrían encontrar fácilmente en su vertedero más cercano, pero con la notable diferencia de que estas deportivas que vende la reputada firma de origen español cuestan 1.450 euros.

Muchos se preguntarán cómo es posible que alguien en su sano juicio pueda gastarse ese dineral en unas zapatillas que, lo mires por donde lo mires, están rotas. Pero otros, como por ejemplo los diseñadores de Balenciaga, hace mucho tiempo que trascendieron ese debate limitándose a responder a un patrón de conducta que se repite cada vez más: los ricos quieren parecer pobres. Tanto es así que las flamantes y destrozadas zapatillas 'Paris High Top Full Destroyed' ya están agotadas.

Por tanto, si usted va al restaurante de moda de su ciudad y se encuentra en la mesa de al lado a una persona andrajosa degustando unas angulas y un buen vino, no caiga en la trampa de pagarle la cena por caridad, probablemente se trate de su jefe o de un acaudalado empresario que ha decidido salir a cenar de incógnito.

En España hay muchos más ricos de lo que pensamos. Lo que sucede es que no sabemos que lo son porque así lo han decidido ellos, por pura supervivencia. El tremendo recelo social hacia los más favorecidos hace que estos, cada vez más, se vean forzados a llevar una existencia alejada, casi eremítica. Cualquier movimiento en falso podría levantar sospechas envidiosas y resultar fatal para sus intereses.

El gran paradigma de este hecho es Amancio Ortega. Un ciudadano de origen humilde que, gracias a su intelecto y sacrificio, ha conseguido levantar un gran imperio y que, supuestamente, debería suponer un ejemplo y motivo de orgullo para todos nosotros. Pero no, en España por lo menos no es así.

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En España Amancio Ortega es la Gran Culpa personificada. Su sola existencia perturba el discurso imperante en el que la mediocridad debe constituirse como el rasero común de todos los mortales. En un país en el que la máxima es igualarnos a todos por abajo, el que destaca por arriba siempre es sospechoso y hasta culpable.

Si lo piensan bien, ¿cuántas fotos han visto de Amancio Ortega? Muy pocas, ¿verdad? Puede que el fundador de Zara sea algo tímido, pero estoy seguro de que no tanto. Simplemente sabe que debe esconderse para garantizar su supervivencia y la de todos los que le rodean.

En España ser rico, inteligente y exitoso se castiga. Existen muchos casos de personas ricas que intentaron cambiar las cosas y fracasaron, principalmente, por el gran pecado que supone tener más capacidad que el resto.

Cuando en aras de la «transparencia» se dio a conocer que Marcos de Quinto tenía un patrimonio de 50 millones de euros, sus ya improbables aspiraciones políticas se fueron definitivamente por el sumidero. Nadie escuchaba lo que tenía que decir, simplemente veían a un rico abrir y cerrar la boca mientras hablaba. Y lo mismo sucedió con Manuel Pizarro. Tras su exitosa etapa en el mundo privado, el expresidente de Endesa decidió dedicarse a la cosa pública para tratar de aportar su dilatada experiencia de gestión a la manifiestamente mejorable vida política española. Un esfuerzo que, por supuesto, le valió un sitio en el gallinero del Congreso y el ninguneo sistemático de sus propios compañeros de partido.

Por eso Balenciaga ha acertado con esta nueva colección de zapatillas mugrientas. El que piense que simplemente es otra frivolidad más de la industria de la moda corre el riesgo de equivocarse. Balenciaga lo único que ha hecho es trasladar a las tiendas el sentir general de la sociedad respecto a los ricos y de los ricos respecto a la sociedad. Les está diciendo a sus clientes que ostentar más de la cuenta puede acarrearles serias consecuencias. Les está ofreciendo una tapadera y ellos la están aceptando.

Por eso, no podemos pedir cuentas a una firma de moda. Deberíamos pedirnos cuentas a nosotros mismos. Al igual que los políticos son un reflejo de lo que somos, la moda también lo es. La hipocresía ha llegado a unos límites tan hiperbólicos que ha abandonado definitivamente el plano interno para manifestarse externamente sin pudor en unas simples zapatillas andrajosas.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos Narváez es periodista
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