Vinieron las lluvias
Estos Presupuestos obligarán a este o a otro Gobierno a realizar recortes dolorosos e impopulares del gasto público, que dejarán en mantillas a los que Zapatero tuvo que hacer en mayo de 2010
La tempestad se veía venir desde hace meses. Las consecuencias catastróficas de la guerra de Ucrania están cavando desde marzo un hoyo cada vez más profundo por el que se desliza la economía española desde 2020 tras la crisis provocada por la covid.
El PIB de ese año se hundió el 10,8 por ciento y en 2021 solo se recuperó el 5 por ciento. El año pasado el paro en nuestro país era del 13,3 por ciento cuando la media europea era del 6,4 por ciento, y el paro juvenil llegó al 30 por ciento frente a una media europea del 14,9 por ciento. La invasión de Ucrania cogió desvalida a la economía española. Aunque el Gobierno no es el responsable de las crisis causadas por la epidemia y la guerra, sí lo es de la gestión para sacarnos de ellas. Y hay que preguntarse si lo está haciendo con acierto. La ventaja que tiene el análisis de los problemas económicos es que, por encima de las opiniones, están los números. Y los números dejan poco espacio para la esperanza.
El año pasado el Estado español tuvo que pedir prestados 60.875 millones de euros para cubrir el déficit entre lo que recaudó y lo que gastó. Ese año vencieron, además, otros 160.000 millones que nos habían prestado en años anteriores, y hubo que pedir ese dinero para renovar la deuda; en total, casi 221.000 millones prestados en solo doce meses. La previsión para este año es de 237.498 millones. Los intereses pagados por la deuda en 2021 alcanzaron los 20.805 millones, y en 2022 la cifra será más alta por la subida de los tipos.
En los últimos once meses la fragilidad financiera del Estado español se ha agravado. En octubre, la deuda pública española alcanzó la cifra más alta de su historia: 1,491 billones de euros. Y la Seguridad Social debe al Estado 99.000 millones. Las subidas de las pensiones se están pagando con dinero prestado. Además, tendremos que pagar más por los intereses de la deuda porque el Banco Central Europeo está subiendo los tipos.
Los datos más recientes nos dicen que la economía española está sufriendo una seria desaceleración. En octubre supimos que el crecimiento del tercer trimestre fue solo del 0,2 por ciento, y las previsiones más solventes anuncian que en 2023 será del 0,7 por ciento, y no el 2,1 por ciento que calcula el Gobierno. Además, la UE ha advertido al Gobierno español que desde hace más de un año no funciona el sistema de control de los fondos de ayuda europeos, y amenaza con congelarlos.
En este panorama de crisis el Gobierno ha aprobado un proyecto de Presupuestos Generales del Estado que cuenta con el apoyo, entre otros, de ERC, PNV y Bildu, con la oposición del PP y, lo que es más preocupante, con las críticas del Fondo Monetario Internacional, del Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. La AIReF ha dicho que los Presupuestos «nacen viciados» porque «no hacen una previsión realista de los ingresos» y «esto desvirtúa la calidad y la utilidad de los Presupuestos».
Los Presupuestos Generales del Estado son el arma más eficaz del Gobierno para hacer frente a la crisis. Los números no engañan y nos dicen que han sido elaborados sobre datos que no se corresponden con la realidad, reflejo del voluntarismo del Gobierno. Parten de una previsión de crecimiento de la economía española del 2,1 por ciento en 2023, y el consenso admitido por todos los analistas es que la economía española no crecerá en 2023 más allá del 1 por ciento; son casi 17.000 millones menos. El dato de octubre de un crecimiento del 0,2 por ciento lo confirma.
Esa caída de la creación de riqueza tendrá como consecuencia un descenso de la recaudación de impuestos, y el Estado dispondrá de menos dinero para gastar. Y aquí está el origen del fracaso de estos Presupuestos. Como los gastos no se van a reducir porque habrá que mantener los compromisos electorales –subida de las pensiones y de los sueldos de los funcionarios– el Estado tendrá que pedir más dinero prestado con emisión de más deuda pública. Al partir de un altísimo nivel de endeudamiento –el mayor de la historia– y de unos intereses más altos, el panorama económico para 2023 se presenta sombrío.
Tan sombrío que estos Presupuestos, electoralistas y desmesurados, nos llevarán a una situación financiera insostenible en un plazo cercano, y es más que probable que obliguen a este o a otro gobierno a realizar recortes dolorosos e impopulares del gasto público. Esos recortes dejarán en mantillas a los que en mayo de 2010 tuvo que hacer Rodríguez Zapatero cuando, presionado por el Banco Central Europeo, recortó en solo seis meses 15.000 millones de gasto social y salarios de los funcionarios, el mayor recorte social desde la restauración de la democracia en 1977.
Hace nueve meses advertimos aquí del diluvio que se nos vendría encima si no se acordaba un pacto entre Gobierno, oposición, sindicatos y empresarios para hacer frente a la crisis: «El diluvio que amenaza hoy la economía española –decíamos– puede provocar una riada de sufrimientos que durará años». Pero el presidente del Gobierno despreció ese pacto y optó por negociar solo con los separatistas y con Bildu. El resultado ha sido que estamos creciendo solo el 0,2 por ciento. Ya no se crea riqueza.
Vinieron las lluvias.
- Emilio Contreras es periodista