No «es la economía, idiota»
La imagen mas rotunda de la deserción del votante socialista la da la distancia que hay entre las plazas de toros que llenaba Felipe González y los espacios acotados con unos pocos cientos de simpatizantes en los que Pedro Sánchez se encuentra con «la gente»
Elecciones presidenciales americanas de 1992. El republicano George Bush se presentaba a la reelección con la aureola de haber derrotado a Sadam Hussein y de hundir, como vicepresidente de Reagan, al imperio soviético. Tenía enfrente a un contrincante menor, el gobernador demócrata del pequeño estado de Arkansas, llamado Bill Clinton. Todo apuntaba a una cómoda victoria de Bush hasta que James Carville, asesor del demócrata, propuso que la estrategia electoral del gobernador se centrara en los problemas económicos reales del ciudadano corriente y no en la alta política internacional. Acuñó la célebre frase «It’s the economy, stupid» (el problema es la economía, idiota) que arrasó. Aunque no fue el eslogan oficial, corrió con la rapidez del rayo por los vasos comunicantes del cuerpo social americano con tal fuerza que consiguió darle la vuelta a las expectativas de Bush y contribuyó de forma determinante a la victoria del desconocido Bill Clinton.
Conclusión: para ganar unas elecciones es vital identificar con precisión el problema que más preocupa a los ciudadanos, en lugar de mirarse al ombligo de la autocomplacencia. El presidente del Gobierno podría estar cometiendo el mismo error que Bush, pero a la inversa. Bush creyó que era la política –exterior– lo que preocupaba, y fue la economía. Y Sánchez cree que es sólo la economía, cuando lo que mas preocupa es la política.
La crisis económica no es la causa mayor de la decadencia electoral socialista que reflejan los sondeos y las recientes elecciones autonómicas. Aunque hay un serio malestar social por el alza de los precios y la crisis económica que se nos viene encima, la razón de fondo del desgaste del Gobierno va más allá. Es el rechazo frontal, cuando no la indignación, por las cesiones del Gobierno a los separatistas catalanes y a los herederos de ETA. Porque son muchos los españoles que piensan que la crisis nos viene impuesta por la guerra de Ucrania y supera la capacidad de acción de cualquier Gobierno, pero saben también que el pacto con los separatistas es una decisión personal del presidente. Y una cosa es lo que preocupa, incluso mucho, y otra lo que indigna.
No es que la economía no sea un problema para los españoles; lo es y muy serio. Pero 'el problema' que pasará factura en las próximas elecciones generales son esas cesiones, que rechazan tanto los votantes de izquierda como los de derecha. Unas elecciones se pueden perder por el descontento causado por una crisis económica, pero un hundimiento como el del PSOE en Madrid y Andalucía solo se produce por una pérdida de confianza de una parte de sus votantes naturales; en ambas elecciones el PP ha doblado en votos al PSOE. Es algo parecido a lo que ocurrió en abril de 2019 cuando el PP se hundió con 66 diputados, fundamentalmente por la pasividad de Rajoy en septiembre y octubre de 2017 ante la intentona separatista en Cataluña.
Ni la subida de las pensiones, ni del SMI, ni los ERTE, ni los Fondos Europeos, ni la cumbre de la OTAN, ni la complicidad con la UE, ni la presidencia de la Unión en 2023; nada de eso frena el apartamiento del PSOE de muchos de sus votantes que ahora votan al PP –el 19 de junio en Andalucía fueron 350.000– o se van a la abstención. La causa del alejamiento es su pacto con los que quieren romper España, que la mayoría de españoles rechaza.
Pondré dos ejemplos. A finales de agosto el consejero de Educación de la Generalitat afirmó: «Ningún aula en Cataluña ni ningún centro educativo aplicará el 25 por ciento (de las clases) en castellano», desobedeciendo al Tribunal Supremo. Y poco después el presidente de la Generalitat anunció que no participaría en la Diada porque «va contra los partidos y las instituciones, y no contra el Estado». El Gobierno no movió un dedo para hacer frente a ese desafío, y sigue contando con Esquerra como socio parlamentario clave en el Gobierno de España. Tras los pactos con Bildu, entre otras cesiones, se han acercado a cárceles del País Vasco a 98 etarras responsables de 298 crímenes. ¿Cómo puede sorprender que millones de votantes socialistas den la espalda al PSOE?
El cambio social que ha vivido nuestro país en los últimos lustros es un elemento nuevo que daña aún más las perspectivas electorales del PSOE. El perfil social de los nuevos dirigentes del PP, personas de clase media con orígenes sociales generalmente modestos como Feijóo, Moreno o Ayuso, hace que un sector de votantes de la izquierda perfore el muro que durante decenios ha dividido a derecha y a izquierda y vote al PP sin el menor reparo, porque esas personas no representan la imagen tópica de los conservadores poderosos que el PSOE trata ahora de endosarles. Este cambio social permite un corrimiento de votos del PSOE al PP como ha ocurrido en Andalucía. Y eso era impensable hace solo cinco años.
La imagen más rotunda de la deserción del votante socialista la da la distancia que hay entre las plazas de toros que llenaba Felipe González y los espacios cerrados con unos pocos cientos de simpatizantes en los que Pedro Sánchez se encuentra con ‘la gente’.
No es la economía, –omito el insulto– es la política.
- Emilio Contreras es periodista