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En primera líneaRamón Pi

Aplausos al silencio

Cuando le mencioné a Roca que lo que me había parecido más destacable era su referencia a la independencia de los jueces, me repuso, a mí me pareció que alzando algo la voz: «es que yo he defendido siempre que los jueces tienen que ser independientes»

Actualizada 03:12

He aquí que el Foro Jurídico Pelayo ha otorgado el premio «para juristas de reconocido prestigio» al ponente de la Constitución Miquel Roca Junyent. Yo mismo había presentado durante varios años este premio, por lo que me considero entre los amigos de la Mutua Pelayo, aunque desde mi jubilación había descuidado un tanto esta relación. El premio, cuyo otorgamiento en sus primeras ediciones había gozado de un formato más modesto, los diversos jurados lo han adjudicado con una puntería ciertamente notable, porque los galardonados son nombres de juristas por lo común conocidos en el mundo académico, judicial, fiscal o de la abogacía, tuvieron, y tienen todavía, un prestigio indudable. Hay también nombres de la política, pues el mundo político está plagado de abogados ilustres.

Roca

Lu Tolstova

También mantengo una excelente relación con Roca, ya que diez años en La Vanguardia desde Madrid dan para mucho; así que se juntaban el hambre y las ganas de comer, y me dispuse a acudir al acto, espoleado por la curiosidad. ¿Haría alguna alusión al inquilino temporal de La Moncloa y sus agresiones a la Constitución? ¿Saldría algún espontáneo a soltar unas cuantas frescas, puesto que los organizadores anunciaban la presencia de casi medio gobierno?

Lo primero que me sorprendió fue el despliegue policial en la calle, como si la concentración humana fuera protagonizada por el enemigo. La explicación que los guardias me dieron que que «es un acto al que acuden varios miembros del gobierno». Un fugaz recuerdo me llevó a los años de franquismo de mi juventud (no los últimos de aquel período innombrable). Y, efectivamente, aquello parecía un acto del gobierno, puesto que abrió y cerró el acto, lo presidió, otorgó la palabra y pronunció unas palabritas la presidenta del Congreso de los Diputados, como si hubiera exigido presidirlo.

Por lo demás, todo discurrió con arreglo a las más exigentes reglas de la corrección y la urbanidad. Cuando le mencioné a Roca que lo que me había parecido más destacable era su referencia a la independencia de los jueces, me repuso, a mí me pareció que alzando algo la voz: «es que yo he defendido siempre que los jueces tienen que ser independientes». Su discurso, rotundamente democrático, fue ovacionado más allá de lo habitual en estos casos. O sea que, para entendernos, lo más importante no fue lo que se dijo, sino lo que se calló. Es verdad que ni el sitio, ni la ocasión, ni los oradores –el miembro del jurado que fue ministro con Felipe González y que estuvo públicamente contra la amnistía a los golpistas catalanes fue Tomás de la Quadra-Salcedo, que en su laudatio (por usar el ritual académico para otorgar un doctorado honoris causa) se refirió exclusivamente a los méritos de Roca como jurista, como el propio Roca.

La Mutua, así como el Foro Jurídico Pelayo, han hecho lo que vienen haciendo desde hace treinta años. Miquel Roca i Junyent ha hecho otro tanto. Los empleados por Sánchez, que ocupaban la mesa presidencial y habían enviado a un rincón al presidente de Pelayo, eran la nota discordante: parecía que los premiados eran ellos, radiantes, felices. Nadie había dicho una palabra de la tesis doctoral plagiada, ni de los Gobiernos Frankenstein, ni de Ábalos anfitrión de la ilegal vicepresidente venezolana visitante, ni de las cuarenta maletas, ni de la amnistía a los golpistas, ni una palabra del ultimátum a una ministra para que cese como comisaria europea si la Justicia española lo empapela, ni de haber hecho del embuste y la mentira la forma habitual de charlatanería política, ni de nada que tenga que ver con Begoña. Ni una palabra de nada de eso. Como para no estar radiantes y como si les hubiera tocado la lotería.

Lo que está sucediendo es que se guardan las formas más gruesas, al no existir formas de impartición de justicia aparte de la justicia política de perder las elecciones. Una vez controlados el Tribunal Constitucional (que se permite lleva la contraria al Tribunal Supremo), el Tribunal de Cuentas, una vez acabado de neutralizar del todo el Senado, y dispuestos los mecanismos para hacer, en la práctica, imposible corregir un pucherazo, la sociedad española se encuentra frente a una actitud cuasi heroica de hacerse violencia para salvar la democracia. El neo-franquismo ha llegado, pero esta vez protagonizado por un charlatán de feria.

  • Ramón Pi es periodista
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