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29 de junio de 2024

En primera líneaRamón Pi

Sociedad agonizante

Hoy, junto con la corrupción generalizada, el más revelador síntoma de nuestra decadencia, en mi opinión, son las leyes que no sólo han convertido en conforme a la ley el aborto provocado

Actualizada 01:30

Dicen los expertos que lo que estudiábamos los hoy talluditos bajo el título entre poético y bélico de «la invasión de los bárbaros», tuvo en realidad bastante poco de épico. Los bárbaros (etimológicamente, extranjeros) eran mayoritariamente pacíficos; los hubo violentos, pero llevaban bastante tiempo mezclándose con los pobladores del imperio, aunque la condición de ciudadano romano tenía sus exigencias. La invasión se produjo prácticamente andando, salpicada de episodios violentos. Y una vez dentro del imperio, los inmigrantes se dedicaron a sembrar con su conducta delincuente el caos, la destrucción y el desorden. Como siempre ocurre, hubo de todo, también entre los invasores.

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Lu Tolstova

Una de las causas del éxito de los invasores hay consenso en atribuirla a la decadencia del imperio, que se manifestaba en la alta inflación, el desempleo creciente, la supervivencia de los ciudadanos con un dinero público menguante y, de manera singular, la corrupción generalizada.

Oriana Fallaci pretendió poner a los europeos en guardia alertando del peligro de convertir hoy el Viejo Continente en «Eurabia» por un procedimiento en que se dan los mismos ingredientes que entonces en Roma antes de que existiera el islam. Los hechos y los procesos que contribuyen a la repetición del proceso (con todas las singularidades que se quieran) son, entre otros, la gran inmigración a la tierra conquistada, la propensión del invasor a admitir la violencia como modo de resolver conflictos, la gran disimilitud de las culturas de unos y otros, y también, y sobre todo, la debilidad de las costumbres y la decadencia del imperio, convertido en una sociedad agonizante.

Hoy, junto con la corrupción generalizada, el más revelador síntoma de nuestra decadencia, en mi opinión, son las leyes que no sólo han convertido en conforme a la ley el aborto provocado, sino que pretenden transformarlo en un «derecho humano», digno de incluirse en la Declaración Universal de 1948.

Las leyes que consienten el aborto provocado, según datos de la propia ONU, son responsables de que no se castigue a los responsables de ¡cincuenta millones de abortos provocados al año! Y eso contando sólo los abortos legales que son susceptibles de control estadístico, pero sin contar los abortos químicos o los derivados de píldoras que se venden como anticonceptivas y que actúan como abortivas.

El genocidio de los judíos del planeta que intentó el nazismo alcanzó, según la cifras ofrecidas por las autoridades israelíes, a seis millones de personas. Pero da lo mismo: parafraseando una cita del Talmud, si el que salva la vida de una persona es como si salvase a toda la humanidad, el que da muerte a un inocente es como si matase a toda la humanidad.

El gran cineasta Stanley Kramer introduce en «El juicio de Nurenberg/vencedores o vencidos» una entrevista del juez Heywood, el juez americano jubilado que va a Nuremberg a dirigir el proceso de varios dirigentes nazis, con Ernst Janning, el principal acusado y condenado a muchos años de prisión, destacado juez del régimen de Hitler:

Ernst Janning: Juez Heywood, la razón por la que le pedí que viniese [...] Aquella pobre gente... Aquellos millones de personas... Jamás supuse que se iba a llegar a eso. Debe creerme. ¡Debe usted creerme!

Juez Heywood: Señor Janning, se llegó a eso la primera vez que usted condenó a muerte a un hombre sabiendo que era inocente.

Y de la misma película: Rolfe, el abogado de Janning, vaticina al juez Heywood que los condenados a un montón de años en el juicio que acaba de terminar, al cabo de un lustro estarán todos en sus casas. A lo que replica el juez:

-Señor Rolfe, he admirado su labor en la sala durante muchos meses. Es usted particularmente brillante en el empleo de la lógica. Por lo tanto, lo que usted dice puede muy bien suceder, en efecto. Es lógico en esta época en que vivimos. Pero ser lógico no significa ser justo. Y no hay nada en la Tierra que pueda hacerlo justo.

Este último comentario sería aplicable hoy entre nosotros en una porción más de asuntos, además de la sentencia última del Tribunal Constitucional sobre aborto provcado. Estamos en primera fila de los candidatos a sufrir la nueva invasión de los bárbaros que nos hayan declarado sociedad agonizante.

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