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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Ministros sin cartera pero con faltriquera

Lo cierto es que a la mayor parte de ellos solo los escuchan lanzando insultos contra la mitad de la población, colocando ladrillos en el muro o acusando de prevaricación a los jueces

Actualizada 01:30

Pepe Félix Tezanos nos acaba de ofrecer en el último CIS una fotografía interesante de los 22 elegidos por Pedro Sánchez para cobrar el sueldo de ministros. A pesar de ser el Gobierno más concurrido de la historia democrática de España, que ha disparado el gasto en sueldos de altos cargos y asesores un 43%, hasta llegar a los 147 millones de euros, la función de los escogidos es, en general, la misma que la del coco con los niños –asustan, pero no los han visto nunca cumplir con su misión. Más allá de eso, poco, tirando a nada. Y esa escasa notoriedad es todavía más clamorosa en el caso de algunos de los absentistas ministros que se dedican a hacer campaña en los territorios donde Pedro los ha mandado a quemarse, en lugar de dar el callo curando en sus materias. A excepción de la aspirante andaluza, María Jesús Montero, cuyas patadas al buen gusto y al diccionario, a partes iguales, la han hecho inconfundible, sus compañeros Óscar López, cuyo objetivo es ganar a Isabel Díaz Ayuso en Madrid (que es como ganarse a los madrileños –¡rien ne va plus!–), y Pilar Alegría, con destino pretendido a la presidencia aragonesa, presentan unos índices de proyección pública lamentables. No será porque no salgan en los telediarios y cuenten con unos voceros mediáticos que los aclaman como si fueran la Virgen del Rocío. Pero ni por esas. O quizá por esas.

Del ministro antiayuso no tienen ni pajolera idea más de la mitad de los encuestados. Un 53,3% no ha oído hablar del ministro de Transformación Digital y Función Pública, nombrado por vía digital -nunca mejor dicho- como líder de los socialistas madrileños y cuyo concurso en la difusión de los datos fiscales de González Amador está todavía por esclarecerse. Con el objetivo de tumbar a la presidenta madrileña, López no hace otra cosa que dedicarse en cuerpo y alma a la propaganda en Madrid, a cuya candidatura fue llevado en volandas por el jefe Sánchez en un acto en la Universidad Carlos III. Claro que antes lo había hecho el líder socialista con Gabilondo en la Comunidad y con Pepu Hernández en el Ayuntamiento; y miren dónde están ambos.

Algo parecido le ocurre a la aspirante aragonesa, también ungida por Sánchez como lideresa para sustituir y borrar de aquella agrupación el recuerdo de Javier Lambán. De la ministra de Educación no tiene noticia el 45,3 por ciento de los españoles, a pesar de que aparece día y noche profiriendo contra la oposición desde la sala de prensa de Moncloa. Pero donde Alegría es un cero a la izquierda es en lo relativo a sus labores de titular de Educación a las que no dedica prácticamente nada de su tiempo, volcada enteramente en la propaganda monclovita y en hacerse la víctima con el caso Ábalos.

Lo cierto es que, de esa veintena larga de ministros, hay doce cuya trascendencia pública es ínfima. Solo se salvan con un índice que supera el 80% la citada Montero, Marlaska y Margarita Robles. Porque de Sara Aagesen, Bustunduy, Cuerpo, Hereu, López, Morant, Ana Redondo, Sira Rego, Isabel Rodríguez, Elma Saiz, Torres y Urtasun las nociones que tienen los españoles son parecidas a las que atesoran de los integrantes del directorio ejecutivo del FMI. Lo cierto es que a la mayor parte de ellos solo los escuchan lanzando insultos contra la mitad de la población, colocando ladrillos en el muro, metiendo en problemas a los técnicos que gestionan sus departamentos o acusando de prevaricación a los jueces que osan investigar las tropelías del entorno del presidente. Quizá por eso no han hecho mella en sus administrados, son ignotos para la calle.

Pero ya estamos tranquilos con que cobren el sueldo cada mes a cambio de nada. Bueno, sí, a cambio de ir sumando trienios para cobrar como exministros un 80% de su sueldo tras dejar el cargo. Lo que equivaldrá a percibir 5.294,34 euros al mes durante un máximo de dos años cuando sean destituidos. Nos serena el alma saber que tenemos ministros sin cartera, pero con faltriquera. Pues ni tan mal.

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