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tribunaIsabel de los Mozos

Otra DANA distinta, pero mortífera también

Si se quiere que los niños aprendan a ser responsables de su vida y de su cuerpo, no se les puede avasallar, dejando caer sobre ellos de forma extemporánea una única visión de su propia naturaleza, excluyente y condicionante, que impide de hecho cualquier otra

Actualizada 01:30

Se trata de una DANA moral, deformante, que arrastra y causa estragos en los más jóvenes, cuyos efectos se pueden prever, impedir en buena medida y paliar de la mejor forma posible, igual que pasa con estos otros efectos que no dejan de arrasarnos aún de muchas maneras, desde la DANA del pasado día 29 de octubre. En esta resultó gravemente alterada la seguridad nacional y la responsabilidad del Gobierno es innegable, aunque trate de diluirla vergonzosamente, orquestando un falso relato e inculpando a un presidente autonómico que no podía adoptar medidas preventivas más allá del ámbito de sus propias competencias, como habría sido cerrar al tráfico carreteras y trayectos ferroviarios, lo cual habría evitado algunas muertes. Sí que se podría haber alertado antes a la población afectada, de haberse proporcionado a tiempo la información hidrológica necesaria, de competencia del propio Organismo de Cuenca del Estado. Tampoco estuvo presente el ministro del Interior, para socorrer y paliar puntualmente el desastre desde el primer momento, llegando incluso a rechazar la ayuda internacional de bomberos franceses y salvadoreños, ni tampoco la ministra de Defensa que se mostró cicatera para movilizar al Ejército ante la catástrofe. El presidente autonómico del PP tenía que haber exigido la intervención inmediata del Estado y no lo hizo, que se sepa… Una y otra DANA tienen en común que detrás del desastre correspondiente está el PSOE, en primera persona.

En cuanto a ese otro daño moral, resulta imperdonable y no es admisible que haya comunidades autónomas gobernadas por el PP, donde este partido hace de comparsa ideológica, asume y se alinea con las políticas educativas de Podemos y el PSOE, relativas a la imposición en la enseñanza de una innecesaria y aberrante instrucción sexual para los menores que, de facto, ya se encarga en colegios «religiosos» a esa «cabra que se pone a cuidar las berzas» (representantes de productores de preservativos y «juguetes sexuales»), que constituye una verdadera corrupción de la infancia y de la juventud, que supone irrumpir en la intimidad de los niños y en su propia libertad, que tiende a anular su voluntad y que comporta un auténtico atropello de la privacidad de los padres, a quienes corresponde primariamente la educación de los hijos, según reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art.26), y según reconoce también el art.27.3 de la vigente Constitución española, donde se consagra expresamente el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

En concreto, en el pasado mes de septiembre, en Baleares, donde gobierna el PP, cayó el llamado pin parental, que permitía a los padres de los alumnos oponerse a contenidos en la enseñanza que considerasen contrarios a sus propias convicciones. Recientemente, en octubre, un responsable del mismo PP en Murcia ha asumido como propia una iniciativa de Podemos, relativa a la educación sexual de los menores. El resultado solo puede ser pernicioso, por la propia naturaleza de las cosas, y es una inmisión inaceptable. Los niños deben ser protegidos de entrar en contacto con asuntos que no están en condiciones de entender y que pueden condicionar un desarrollo vital sano y limpio, generando traumas condicionantes de su futuro, fomentando falsas necesidades fisiológicas precoces que pueden llegar a esclavizar… La responsabilidad de erotizar a los menores no es un asunto menor, es una atrocidad evitable, cómplice de la pederastia, que algunos reivindican ya como pretendidamente legítima, defendiendo intereses comerciales en el fondo, desde organizaciones internacionales que no representan a nadie más y carecen de toda legitimidad democrática. Es un escándalo que merece el mayor reproche personal y también, social y jurídico.

Si se quiere que los niños aprendan a ser responsables de su vida y de su cuerpo, no se les puede avasallar, dejando caer sobre ellos de forma extemporánea una única visión de su propia naturaleza, excluyente y condicionante, que impide de hecho cualquier otra. Además, cuando los menores estén en condiciones de entender algo más, tampoco se les puede engañar mediante una separación artificial entre el sexo y la procreación —en la edad fértil de la vida—, lo cual constituye uno de los mayores bulos de la publicidad actual, que sirve a esa verdadera maquinaria del fango donde se mueven algunos humanos a cuatro patas, como animales. No puede ninguna política pública, so capa de regular la enseñanza, vulnerar de esta manera los constitucionales derechos a la educación en libertad y, a la intimidad personal y familiar. Hacerlo revela una carencia absoluta de principios morales, que la gente normal —de bien y con buena fe— no puede admitir bajo ningún concepto. El comportamiento sexual es algo íntimo, con consecuencias naturales evidentes, reproductivas, y también anímicas, de propio dominio de uno mismo y del verdadero respeto al otro del amor humano. Pero algunos no se conforman con un supuesto amor libre, pretenden «el amor obligatorio».

Con todo ello el PP se dirige directamente a caer en picado y, cuanto mayor sea su mimetismo con esta nefasta ideología destructiva y totalitaria, menos votos tendrá, salvo que rectifique públicamente y a las claras por su falta de compromiso moral en la defensa del derecho a la educación en libertad. Este disimulo, procurando asimilar la propia imagen a la del adversario político, de forma cobarde y camaleónica, es detestable e intolerable. Sobre todo, cuando el adversario se dedica a una ingeniería social muy contraria al sentir de la mayoría de la sociedad. Y cuando muchos de los votos que obtiene el PP le vienen de las indeseadas tropelías de sus contrarios, con los que tratan de mimetizarse de forma incomprensible. Conmigo que no cuenten. A este paso, en las próximas elecciones, tendré que quedarme en casa, al abrigo de esta DANA espiritual más devastadora todavía, porque mata las almas y también destruye la vida humana, generando auténticos muertos vivientes, que se arrastran por ahí como fantasmas esclavizados, sin sentido alguno.

Isabel María de los Mozos y Touya es profesora titular de Derecho Administrativo en la UVA

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