Sánchez ante el Nuevo (Des)orden mundial
Sánchez, el taumaturgo de los casos imposibles, tiene aquí planteado un delicado dilema. Los comunistas de su (des)Gobierno rechazan la petición de aumentar los gastos militares a favor de su demonizada OTAN, cuyo mando a distancia se les escapa y lo maneja Trump
También es casualidad y coincidencia que a un prepotente y excéntrico mandatario norteamericano se le ocurra inopinadamente subvertir los principios y reglas que regían el llamado Mundo Libre desde hace ochenta años —descabalando los equilibrios políticos y económicos— y al mismo tiempo presida el Gobierno español un errático e incoherente político. La desgracia nunca viene sola. En esta ocasión es doble: Trump en la Casa Blanca y Sánchez en la Moncloa.
Si el ‘tsunami’ Trump acaece cuando el escenario político es altamente preocupante; si acontece cuando faltan liderazgos firmes y sensatos; y cuando la carencia de figuras políticas sólidas es algo sobradamente constatable, todo empeora para los españoles cuando es el soberbio y radical Sánchez (jefe de una insólita alianza gubernamental en comandita con los enemigos del Estado) el hipotético estadista que ha de tomar decisiones al frente del (des)Gobierno. Temblemos después de haber reído.
Temores comprobados cuando hace unos días el juncal presidente fue llamado al Elíseo a una Cumbre de urgencia. Generosa invitación con la que Macron distinguió espléndidamente a nuestro Gran Timonel. De París vino afirmando nuestro Líder Supremo que el Presupuesto comunitario debe ser el que soporte el aumento de los gastos en defensa, la elevación de nuestra contribución a la OTAN, hoy bajo mínimos. Es decir: para Sánchez, la seguridad española debe ser financiada mancomunadamente: la debe financiar la UE, no España. Cree nuestro visionario caudillo que los gastos en defensa y seguridad de España por pertenecer a esa Organización político-militar deben considerarse un fondo Next Generation UE. Y su ánimo no se inmutó.
En verdad, el jefe del Ejecutivo español está ocultando que no dispone a día de hoy de Presupuestos Generales del Estado actualizados, contra lo que establece la Constitución. Todavía más: no confía en que su cacareada y famosa ‘mayoría de progreso’ (?) se los apruebe, como en los últimos meses se ha demostrado, y menos si es para «participar en una guerra» (contra Putin) o para «aumentar los gastos militares de la OTAN», como repiten irresponsablemente sus nada fiables ministros de ‘Sumar’ y sus indómitos puntales externos. Todo muy normal, política y democráticamente hablando.
Y las razones de la predecible negativa varían si se trata del sector ‘Sumar’ del Gobierno sanchista o de ‘Podemos’ (ambos comunistas, anticapitalistas, populistas de extrema izquierda), o de los otros partidos que le respaldan en el Congreso (separatistas y exterroristas). En efecto, una vez más desde el acceso de Sánchez a la presidencia del Gobierno (Junio 2018), se comprueba el inmenso error que este cometió cuando reunió los votos de la llamada ‘mayoría de la investidura’, un conjunto de fuerzas políticas contradictorias entre sí, caracterizadas por su posición anticonstitucional, antiespañola y europesimista, que dio lugar al que anteriormente Rubalcaba bautizó con el expresivo y acertado mote de «Gobierno Frankenstein», hecho de trozos y de materiales de distinta y opuesta composición.
Hasta hoy, Sánchez ha ido sorteando como ha podido los bandazos, las vicisitudes, de su disparatado (des)Gobierno. A veces no lo ha logrado. Sólo tres Presupuestos en siete años: «Un Gobierno sin gasolina» (Sánchez ‘dixit’). Empero la extraña coalición y sus esperpénticos apoyos, momentáneamente complacidos mediante chantajes y prebendas, a costa de jirones del Estado, y recibiendo lo que no debieran recibir (atribuciones del Estado), acusan ya una notable fatiga. Una impaciencia que, sin duda, se agudizará con ocasión de la insoslayable exigencia de la actual Administración Trump de que España aumente significativamente su escasa aportación al presupuesto militar, claramente insuficiente.
Sánchez, el taumaturgo de los casos imposibles, tiene aquí planteado un delicado dilema. Los comunistas de su (des)Gobierno rechazan la petición de aumentar los gastos militares a favor de su demonizada OTAN, cuyo mando a distancia se les escapa y lo maneja Trump. Por anormal que parezca, son partidarios, además, de Putin, rareza compartida con el húngaro Orban (y ahora también por Vox), y no consienten transgredir su adolescente y trasnochado credo pacifista de los años sesenta del pasado siglo («OTAN, no. Bases, fuera»).
Por otra parte, Sánchez tampoco puede esperar, de sus actuales apoyos parlamentarios, que le secunden en el repetido aumento del gasto armamentístico, pues ello fortalecería a las Fuerzas Armadas españolas, las del ‘otro Estado’, como rezaban las papeletas de la otrora Lotería catalana. Sus socios, deliberadamente elegidos (separatistas y exterroristas), aborrecen respaldar partidas y créditos presupuestarios que van destinados a robustecer al ‘Ejército ocupante de sus respectivos países’. Ni Sánchez sabe cómo va a salir del descrito atolladero. No obstante, conociendo las habilidades maquiavélicas del mentado dirigente, es seguro que hallará una solución, aunque será contraria al interés general de España, como nos tiene acostumbrados. Se confirma: ‘Frankenstein’ provoca miedo… y fue un error.
- José Torné-Dombidau y Jiménez es presidente del Foro para la Concordia Civil