Perón y Evita ¡viven!... en La Moncloa
El colmo es que el matrimonio se querelle contra el juez al que, por reparto, le ha correspondido instruir su caso. Puro peronismo
Para los rezagados de la clase de Historia les diré que el general Juan Domingo Perón (1895-1974) fue uno de los dirigentes políticos más influyentes de la República Argentina del siglo XX. Tres veces recibió el encargo del pueblo para ejercer otros tantos mandatos presidenciales de su país. Sus aportaciones más valoradas son el modelo industrialista que impuso en las relaciones económicas, los avances laborales, su tercera posición en el ámbito internacional y el voto femenino. En cambio, se le censura una gestión de gobierno de tono autoritario, cesarista, el acorralamiento a la oposición y el inexorable culto a su personalidad. ¿Algún parecido con alguien?
El final político de Perón estuvo marcado por una pérdida del rumbo en el gobierno, la acentuación de su autoritarismo, el radicalismo de los sindicatos de trabajadores y un agotamiento de sus promesas, insatisfechas a juicio de sus partidarios. Fundó el Partido Justicialista y una especie de doctrina, el ‘peronismo’, que aún pervive, mezcla de obrerismo, mesianismo, irredentismo y vestigios de socialismo. Hoy diríamos que representa un populismo izquierdizante, mechado con tendencias contrapuestas.
Empero lo que le dio fama y ‘glamour’ al peronismo en el mundo fue la elegante y singular figura de la mítica compañera del general, Eva Duarte de Perón (1919-1952), ‘Evita’, que en su breve vida desarrolló una apasionada labor en pro de los que ella llamaba «mis descamisados», expresión que retrataba a los desposeídos, en terminología marxista. En realidad, se trataba de atraer una masa social en apoyo de los Gobiernos de Perón. En definitiva, el general siempre estuvo a la defensiva y opuso a su mujer como parapeto de muchas peripecias políticas. También presionó a la Judicatura de su país, utilizó a los militares, terminando enfrentado fuertemente con la jerarquía católica. Todo ello trufado de altisonantes discursos, expresión de claro populismo.
Y ¿por qué traigo hoy aquí las figuras de Juan Domingo Perón (que disfrutaba de una buena amistad con el general Franco) y a su amada y llorada ‘Evita’? En verdad, la persona de nuestro actual (des)Gobierno que mejor recuerda a la primera dama argentina es nuestra poco ponderada vicepresidenta Yolanda Díaz, por la misma vacua defensa de sus «descamisados» y su look personal, al que tanta importancia dispensa.
Empero no es éste el personaje que me suscita hoy redactar este artículo, no. Fue la imagen televisiva de la esposa del presidente, Begoña Gómez, acudiendo en fecha reciente a la frustrada sesión de la Comisión investigadora de la Asamblea de Madrid sobre sus andanzas profesionales desde la sede oficial de la Presidencia del Gobierno en La Moncloa. Ello fue lo que me hizo caer en la cuenta de que aquí, en Madrid, en la sede de la presidencia del Gobierno, tenemos dos figuras señeras, redivivas y clonadas, del peronismo: Pedro Sánchez y Begoña Gómez. El recuerdo me asaltó cuando las cámaras de televisión recogieron la llegada de esta última, rodeada de guardaespaldas, de su anacrónico abogado, y, para mayor realce del séquito, acompañada de un sumiso y bienmandado Juan Lobato, todos ellos sujetos a una estricta disciplina protocolaria, con el encargo de impedir, en todo momento, por expreso mandato político-marital, cualquier amago de descortesía o humillación para la dama monclovita: ni desamparada ni huérfana del calor de sus conmilitones, ante el tamaño atrevimiento de convocarla a una impertinente sesión de investigación parlamentaria. De ahí el fruto: una inútil comparecencia de Begoña Gómez que negó su colaboración a aclarar sus polémicas aventuras económico-personales ejercidas desde la sede oficial de su marido.
Y es que, en efecto, su llegada a la Asamblea madrileña (un lugar hostil para ella, en su criterio), la estudiada y teatral compostura de rigidez y frialdad del rostro, serio y circunspecto, el desprecio con el que miraba a los diputados, el discursito inicial preparado por consejo de su abogado -sentado a su vera en la Mesa presidencial-, la negativa a responder a los representantes del pueblo… me recordaron los viejos matrimonios de Perón y Evita, de Franco y doña Carmen (necesitado de matices), de Ferdinand e Imelda Marcos, de Nicolae y Elena Ceauçescu, y sobre todo, los Kirchner, también argentinos. La lista se queda corta. Se podrían añadir más nombres.
En verdad, lo que resulta inaceptable es que la mujer del presidente del (des)Gobierno, Begoña Gómez, hoy sub iudice a su pesar, se considere au-dessus de la mêlée y se niegue, con asquito y prepotencia, a disipar las bien razonables dudas sobre sus todavía inexplicadas labores realizadas desde los despachos de Moncloa. Y, por supuesto, el colmo es que el matrimonio se querelle contra el juez al que, por reparto, le ha correspondido instruir su caso. Puro peronismo.
- José Torné-Dombidau y Jiménez es profesor titular de Derecho Administrativo, presidente del Foro para la Concordia Civil y miembro del Foro de Profesores