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tribunaMarcelo Wio

Sirviendo al Sr. Presidente

Porque Sánchez ha pasado, sin pronunciarlo, pero interpretándolo elocuentemente con sus actos, de aquel «¿la Fiscalía de quién depende?», a la idea de que todo el Estado ya no solo depende de su figura

Actualizada 01:30

Acaso no exista peor trampa que aquella que no precisa de engaños y, a falta de inteligencia, astucias pulidas. «¿La Fiscalía de quién depende? ¿De quién depende?». Y cuando el periodista respondió-preguntó-consintió «del Gobierno», y Sánchez sentenció con un «Pues ya está». Ahí sintetizaba su carrera en lo que algunos aún llaman política, y se parece más a cualquier otra cosa que precise una cierta organización y un objetivo de dominio, de impunidad: todo y, fundamentalmente, todos, están subordinados al fin del Líder.

En la novela del chino Yan Lianke (Serve the People), el protagonista, que sirve a un comandante y a su mujer, se repite en el contexto de su labor una y otra vez frase que da título al libro, y que mencionó Mao en un discurso: servir al comandante es servir al pueblo, recita, se convence. Como en la novela, el sanchismo pretende instalar, con sus escribientes adeptos, esa misma idea: obedecer sus caprichos, callar sus tiranías, es servir al pueblo; vamos, es servirse a uno mismo. El librito rojo de Mao es hoy un amarillento y desprolijo manojo de diarios y voces en radio y televisión que adiestran en la obsecuencia y la estupidez necesaria para adscribir a ella.

Porque Sánchez ha pasado, sin pronunciarlo, pero interpretándolo elocuentemente con sus actos, de aquel «¿la Fiscalía de quién depende?», a la idea de que todo el Estado ya no solo depende de su figura, sino que uno y otro sean inseparables: el uno es el todo, el todo es uno. Ahora, podría uno preguntarse, ¿de qué Sánchez se trata? Porque también él es varios: uno íntimo, otro candidato, otro presidente, otro doble tardío de Juancito F. Kennedy, otro meditabundo. Y, sobre todo, porque alguna ministra ha dado a entender que, al menos dos de ellos, no son, siéndolo, el mismo: un dilema metafísico-jurídico de lo menos apasionante. Y, claro, así las cosas, ¿a qué Sánchez sirve el pueblo cuando se sirve a su mismo?

Pero, faltaba más, no importan esos debates escolásticos – extravagantes manías de oscuros ultramontanos monásticos fascistas (probablemente falte algún calificativo más, pero ya se hacen una idea). Y mucho menos, lo que hace el presidente. Y su séquito, que, hasta tanto no caigan (o sean arrojados) en desgracia, son una extensión suya: sus ministros y asesores y familiares y, bueno, aquellos bendecidos por el beneplácito de su cercanía. La del presidente, no la del Sánchez en chancletas, que no pincha ni corta, pero que, hasta donde puede saberse, se beneficia de las instalaciones de la Moncloa.

  • Marcelo Wio es director asociado de ReVista de Medio Oriente
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