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TribunaMarcelo Wio

La «rebelión» totalitaria

Las bochornosas representaciones de niños bien en las universidades de «prestigio» occidentales no son un mero capricho, una pulsión juvenil, un ímpetu solidario, son una pública glorificación y validación del terrorismo islamista

Actualizada 01:30

De happening anda la juventud occidental. Dejándose utilizar como objetos visuales por teocracias y otras dictaduras fundadas en el islam político (islamismo). Creen revivir pasados igualmente usufructuados por tiranías, donde los jóvenes creían luchar por la libertad de los pueblos cuando, en realidad, corrían las libertades propias –y, claro está, la de los demás.

De escenificación en escenificación, de boutade en eslogan, de estupidez en dramatismo, los actores devienen en banales caballitos de Troya que trafican con la negación de sí mismos y de sus semejantes. Y, como en todo espectáculo, la comunicación es unidireccional: es decir, se interrumpe el diálogo para que opere exclusivamente el discurso, la diatriba, la perorata; en breve, el despotismo «ilustrado» que pretende –voluntaria o inconscientemente– un cambio de paradigma ideológico. Y no sólo en Estados Unidos, sino en todos los países occidentales, porque el espectáculo, como decía Guy Debord (La Société du Spectacle) «Recubre toda la superficie del mundo y se baña indefinidamente en su propia gloria»; y, cabría añadir, en la que le posibilitan las redes sociales con su posibilidad de instantánea difusión y ampliación: un llamado a reproducir la ceremonia.

La maquinita de las «medidas activas» de la era soviética funcionando como si no se hubiese escrito sobre las mismas, como si sus métodos no hubieran sido desenmascarados. Y, paradójicamente –acaso no tanto–, quienes caen en la trampa de la autocomplacencia moral, de la adrenalina revolucionaria, son los jóvenes más preparados. O los que deberían serlo. Alumnos de prestigiosas y costosísimas universidades occidentales. ¿Esa es la élite que dirigirá al mundo? ¿Nuevamente los estultos útiles sin coraje, sin dignidad y sin escrúpulos poblarán gobiernos y organismos internacionales? ¿Otra vez habrá que sorprenderse de vínculos de un negociador propio con un estado teocrático?

Parece que sí. Porque quizás las universidades de élite no lo son tanto. No, al menos, en tanto y en cuanto le abren la puerta a su propia sumisión al dictado de donantes que tienen unas ideas muy distintas no sólo de la libertad de pensamiento, sino del carácter ideológico que deben instilar al alumnado, y del papel subordinado que eventualmente deberá asumir ese país a través de esas generaciones. ¿Realmente puede ser considerada superior una universidad que se entrega de esta manera a intereses foráneos? ¿Qué les queda para ser consideradas como aristocracia educativa; meramente la onerosa matriculación? ¿Quién su sano juicio, como no sean los padres de los tontos actuales que asisten a esos centros, abonaría emolumentos tan ridículos para que le llenen la cabeza con basura pretendidamente académica al hijo, y para que este se incorpore al mercado laboral, no como un ser autónomo, preparado y competitivo, sino como un autómata doctrinario?

Las bochornosas representaciones de niños bien en las universidades de «prestigio» occidentales no son un mero capricho, una pulsión juvenil, un ímpetu solidario, son una pública glorificación y validación del terrorismo islamista – lo que académicamente se llama felación ideológica. Eso, al contrario que las tiendas de campaña, no se dispersa sin más. Eso es un estado de ánimo, o una derrota moral, más bien, que percola y socava en la sombra, ya sin necesidad de la esperpéntica y trágica comedia estudiantil, los valores que fundan la mayoría de los estados y sociedades occidentales. En breve, reescriben el contrato social para convencer a los ciudadanos de que son culpables de grandes males, que la suya es una caricaturizada sociedad vil, una cultura enferma, y que la reparación de tal desarreglo viene del este, con velo y un jeque o un ayatolá.

  • Marcelo Wio es director asociado de ReVista de Medio Oriente
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