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MAÑANA ES DOMINGOJesús Higueras

«Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios»

Convertirse en hijo va más allá de lo que la imaginación humana pudo jamás soñar, pues cambia completamente nuestro trato con Alguien que, siendo infinitamente superior a nosotros, nos invita a inaugurar un modo nuevo de relacionarnos con Él

Actualizada 04:30

Todo acto tiene una finalidad, de tal modo que siempre se podría preguntar al que lo realiza: ¿Por qué has hecho esto? En el caso de Cristo, si le preguntásemos por qué vino al la tierra y se hizo hombre, nos contestaría sin duda: Para que seas hijo de Dios.

No es poco ser siervo y mucho más es ser amigo, pero convertirse en hijo va más allá de lo que la imaginación humana pudo jamás soñar, pues cambia completamente nuestro trato con Alguien que, siendo infinitamente superior a nosotros, nos invita a inaugurar un modo nuevo de relacionarnos con Él. Ya no solo por el miedo al infierno o por la obediencia moral debida, sino únicamente por la confianza en Aquel que nos quiere más que el mejor padre o la mejor madre puede querer a su hijo único.

Siendo ésta la disposición divina respecto al hombre, es curioso comprobar que en lugar de acercarnos cada día más a Él, seguimos huyendo de su presencia como el que huye de un enemigo que busca nuestro mal. Tal vez todavía no seamos capaces de dejar que la luz que trajo el Verbo a la tierra ilumine nuestras tinieblas interiores para dejar que su amor nos transforme en hijos. No olvidemos que es propio del hijo confiar en el amor de la madre o el padre, que siempre es poderoso y se interpondrá frente a cualquier peligro para proteger y salvar su vida, pues cualquier madre moriría a gusto para salvar la vida de un hijo que está en peligro.

Por eso el evangelista San Juan nos recuerda que es necesario un acto de libertad personal por el que deseamos y recibimos al Verbo de Dios en nuestro interior. Un acto que consiste sobre todo en dejarse amar, en alejar de nuestra mente las dudas sobre su cercanía e implicación en nuestra historia, pues ningún niño duda del amor de sus padres, es más, si esto sucede el niño se rompe, pues no sabe sobrevivir sin el amor que le dio la vida. La pena es que todavía tantos millones de cristianos vagamos en el mundo como huérfanos, que no conocen el amor que es la razón de su existencia, pues el amor de Dios sigue siendo para ellos una idea y no un hecho que transforma completamente su vida. La fe en el Verbo encarnado nos llevará a saber ser buenos hijos y dejarnos querer por Él.

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