«Alégrate llena de gracia, el Señor es contigo»
María vence al Maligno por la fuerza de la pasión de su Hijo y trae la solución definitiva a todos nuestros males: Jesús, único salvador de la humanidad
Sigue siendo costumbre en Israel saludarse con la palabra Shalom, es decir, la paz sea contigo, tal y como se hacía en tiempos de Jesús. Por eso María se preguntó qué saludo era aquel que el ángel le dirigía, pues para ella era completamente nuevo y no acababa de entender su significado. Pero pronto el ángel Gabriel le explica que no ha de temer porque dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús, es decir, Dios salva.
Coincide este año el segundo domingo de Adviento con la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, fiesta en la que todos los creyentes nos alegramos porque la Madre de Dios ha sido elegida toda limpia y toda hermosa para su trascendental misión. Nosotros creemos no solamente que María comenzó a existir sin el pecado original, sino que desde el primer instante de su concepción estuvo llena de todas las gracias y toda la belleza espiritual que es capaz de asumir un ser humano. Ella es la toda santa, la siempre hermosa, la que está llena de gracia, pues así lo afirma el ángel con todo respeto y reverencia.
Y este hecho es causa de mucha alegría no solo para ella, sino para toda la humanidad, porque desde Adán y Eva no había sucedido que ningún mortal naciese sin la carga heredada de nuestros primeros padres, por la que se introdujo el pecado, la enfermedad y la muerte entre nosotros. María es la nueva oportunidad que Dios da a la humanidad. Es la nueva Eva, madre de todos los creyentes, que se enfrenta de nuevo a la serpiente maligna para decir un sí definitivo al proyecto de Dios para los hombres. María vence al Maligno por la fuerza de la pasión de su Hijo y trae la solución definitiva a todos nuestros males: Jesús, único salvador de la humanidad, medicina definitiva para la inmortalidad y rey victorioso que vence a todos nuestros enemigos.
Es por tanto esta fiesta un motivo de alegría inmensa, pues en María encontramos la solución definitiva a todas nuestras tragedias, que no es otra que la fe en el poder de un Dios que desde que tomó la carne humana está con nosotros de un modo definitivo e incondicional. María nos acerca a la victoria de Dios sobre la maldad y el sinsentido que amenazan diariamente con quitar valor a nuestra vida. Solo en María encontramos a Jesús, el verdadero Dios que ha venido para quedarse con nosotros.