El galimatías político español
He sentido cierto rubor intelectual al variar ligeramente el titulo del conocido ensayo del escritor inglés Gerald Brenan, publicado en Inglaterra en 1943, titulado «The Spanish Labyrinth: An Account of the Social and Political Background of the Spanish Civil War». En efecto, aun expresando la misma idea de confusión, enredo y dificultad en encontrar la solución o salida a una cosa, he preferido encabezar esta tribuna de opinión con una ligera alteración del rótulo.
Empero lo importante es subrayar la triste circunstancia de que, a los de ochenta años que median desde la edición del ensayo del ilustre escritor e hispanista británico-maltés (recrecido en las tierras granadino-alpujarreñas) hasta hoy, los españoles, ante otro ensayo y análisis político-social, parecen repetir la Historia. Cualquiera diría que nada ha cambiado, que el tiempo no ha pasado, que todo sigue casi igual y que, una vez más en nuestra agitada e incierta Historia, repetimos acontecimientos y errores. Pareciere que no hemos aprendido nada de turbulentas páginas patrias escritas con rojo de sangre.
En efecto: estamos próximos a perder —una vez más, y van…— la ventana de oportunidad, racionalidad y modernidad que supuso la fundación de la Monarquía parlamentaria, la democracia representativa liberal, la integración en el concierto de naciones democráticas de Europa, hoy Unión Europea, y volver a instalarnos, lamentablemente, en el aislamiento, la excepcionalidad como Nación y en el peor caciquismo como dirían nuestros regeneracionistas, por todos Joaquín Costa.
Y es que, en efecto, tras cuarenta y seis años de operatividad del sistema democrático de la Constitución de 1978 (la primera consensuada en nuestra Historia política y votada —muy mayoritariamente— por el pueblo español), el desarrollo de dicho sistema, el juego político democrático, el respeto a la Ley de Leyes y a las Instituciones públicas arrojan, a día de hoy, un saldo de salud, de indemnidad y estado general nada envidiable, y sí muy mejorable. El caso es que, puestos a buscar las causas del deterioro tan patente de la salud de nuestro sistema democrático, las podemos encontrar. Acepto que este análisis sea tachado de incompleto. Sin embargo, por lo menos hoy, señalaremos algunas causas, aunque sin pretensión de exhaustividad.
El primer agente que ha debilitado nuestra democracia puede radicar en nuestro genio hispánico, plagado de pecados capitales, como decía Fernando Díaz-Plaja (1968). La soberbia, la intolerancia, la envidia, la pereza, la ignorancia, pueden dar al traste con un sistema tan delicado y sensible como es la democracia, donde el respeto al disidente por parte de la mayoría es la regla número uno.
En segundo lugar, y en el caso español, el zapaterismo (2004-2011) ha hecho mucho daño al sistema democrático español, buscando la legitimidad de nuestro sistema político en la turbulenta y caótica Segunda República (1931), e introduciendo en el circuito sanguíneo de la post-Transición una formidable carga ideológica revisionista y guerracivilista que debilitó y desfiguró el pacto constitucional consensuado en 1978. Un precedente que, al no haber sido frenado ni, en su caso, rectificado por el presidente Rajoy, ha sido recibido y agravado por el hoy incalificable Pedro Sánchez.
Aquí se encuentra el empeoramiento de la salud de una democracia liberal, la que reconoce nuestro texto avanzado y modernizante de 1978, y aquí reside el origen de su transmutación en un régimen político autocrático, cesarista, incluso nihilista, pues la presidencia de Sánchez no aporta ningún esfuerzo ni dedicación al gobierno del país, no ejerce de gobernante, sino de usufructuario del Poder, estar por estar, residir en la Moncloa y ser la ‘vedette’ del régimen con el inestimable y perruno —autoproclamado— apoyo de su partido, el llamado Partido Socialista Obrero Español, hoy jerarquizado, acrítico y temeroso de perder las atractivas canonjías (moqueta y sueldo). Véase un ejemplo en el Vicepresidente primero del Congreso, el señor Rodríguez Gómez de Celis.
Sánchez lo ha estropeado todo. Hoy, tras seis años de vértigo (lo contrario de un clima democrático), reina la confusión, la desesperanza, el galimatías en definitiva. Ha menoscabado los sanos y racionales principios de una democracia constitucional: el sometimiento pleno a la Ley, la división de poderes, el control judicial y la imparcialidad del supremo intérprete de la Constitución, el Tribunal Constitucional. Sin rubor, sin acto de contrición, rentabiliza los Cuerpos Superiores del Estado para su doméstico interés; quita y pone esbirros al frente de las Instituciones y órganos más comprometidos y esenciales en una democracia, y violenta normas y principios sacrosantos de un sistema democrático sin reparar en el daño que infiere por tiempo.
Sí, estimado lector, el ciudadano español del siglo XXI, y perteneciente a la Unión Europea, tiene ante sí no un Estado democrático, sino un galimatías político por la gracia de don Pedro Sánchez.
- José Torné-Dombidau y Jiménez es presidente del Foro para la Concordia Civil