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En primera líneaAntonio Bascones

La costumbre hace ley

De esta manera la costumbre, relativización y anulación de la personalidad es un triángulo en el que muchas personas se encuentran. De ahí a la invalidación de la persona como ente pensante y decisorio en su libertad hay poca distancia

Actualizada 01:30

Estamos llegando a un punto, de difícil retorno, en donde la costumbre es la manera que tenemos de ver las cosas, la forma de ver la realidad que se presenta ante nuestros ojos. Lo que se admite normalmente adquiere si no fuerza jurídica sí, al menos, sentido y por ello las personas no analizan lo que es justo de lo que no lo es, lo que es correcto de lo que no lo es. Nos vamos trivializando y normalizando el sin sentido, la estulticia y la estupidez. Por todo ello, no analizamos con cordura y juicio crítico lo que pasa a nuestro alrededor. El análisis está ausente en nuestro modo de vida. Todo nos parece bien y no queremos o no sabemos entrar en la substancia del mensaje. Y así, lentamente, va profundizando la desafección de la sociedad por la política y por los hechos trascendentales que pueden cambiar nuestra vida. Pero nada nos importa, pues no llegamos a pensar en el calado que muchas decisiones tienen para la felicidad de las personas. Hay una fractura entre el pueblo y los que dirigen nuestro barco. No queremos mirar lejos, solo nos fijamos en lo próximo. Es una visión miope de los problemas.

El siguiente paso es la relativización de los asuntos. Todo está bien, pues así nos lo dicen y cuentan. No debemos pensar, simplemente asentir. De esta manera dejamos el campo libre para que, los que nos manejan, cambian nuestra voluntad y forma de pensar, puedan actuar sin freno, libremente y hagan de su capa un sayo. Relativizar los problemas puede ser una buena práctica, si se hace con inteligencia y prudencia, con la finalidad de tener una perspectiva diferente; posicionarse en otro plano distinto, desde donde se puedan ver las alternativas de forma distinta es una buena práctica, pero si se ejerce para cada una de las decisiones que se presentan a nuestro alrededor se transforma en una apatía y desgana. Es, pues, necesario distinguir relativizar y relativismo, esto último, no entendido como pensamiento filosófico, sino como forma de actuar en la vida. La ideología en las decisiones va impregnando los entresijos de la sociedad y normaliza algo que si se analiza no tiene explicación juiciosa. Lo triste de la situación es que nos vamos acostumbrando a ello. Normalizar el despropósito, es la consecuencia de todo ello.

Este sería el segundo paso y el tercero, y último, es la anulación de la personalidad. Ya no importamos y lo peor de todo es que ni siquiera nos importamos a nosotros. Somos unos peleles en manos de quien mueve los hilos de las decisiones que nos afectan. No somos capaces de tomar decisiones y dejamos que lo hagan otros. Es la despersonalización de la sociedad, preocupada en otros temas como el futbol o la televisión.

De esta manera la costumbre, relativización y anulación de la personalidad es un triángulo en el que muchas personas se encuentran. De ahí a la invalidación de la persona como ente pensante y decisorio en su libertad hay poca distancia. El tener la capacidad de decidir en un momento dado donde está el bien y el mal, donde la virtud y la bondad, son cualidades del ser humano que le pone en un plano superior y le aleja del ostracismo al que estamos abocados si no ponemos un tope en nuestra vida. El compromiso, el esfuerzo, el tesón y la responsabilidad se han transformado en algo relativo, algo que puede ser o no ser, algo que se puede aceptar o no. La meritocracia no abunda. No hay nada más que ver la cantidad de canonjías y sinecuras que aparecen cada día. Julián Marías decía que «Sin ilusión no se llega a ninguna parte donde no merezca la pena llegar». Hay que poner ilusión y compromiso en las tareas que realicemos.

Sobre todo, compromiso, eso es lo verdaderamente importante. El relativismo encierra un buenismo o una apatía frente a las diferentes situaciones que se presentan en la vida. Si no tomamos posición iremos derechos a la nada, al nihilismo no solo moral , sino, también, intelectual. Esta enfermedad tiene mal pronóstico y cuando se presenta poco se puede hacer. Es necesario comenzar con la educación en las familias y después en los colegios. Aquí los padres y los educadores toman una responsabilidad que si la saben desarrollar conducirá indefectiblemente al éxito personal. Fomentar el espíritu crítico, la curiosidad, pero con juicio ponderado, es la primera lección que deben recibir los niños. Hay que enseñarles a razonar, a enfrentarse a los problemas que surgen diariamente con un espíritu constructivo profundizando en la duda con discernimiento. Los clásicos griegos lo utilizaban sistemáticamente. Es la única manera de luchar contra el relativismo enfermizo en que está sumida gran parte de la población.

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España
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