El presidente de Armenia: «En el momento en el que perdimos a Europa, Francisco estuvo cerca»
El presidente de Armenia, Armen Sarkissian, charla con nuestro corresponsal en Roma sobre uno de los objetivos del país asiático: fortalecer las relaciones culturales y educativas con el Vaticano
El presidente de Armenia, Armen Sarkissian, ha mantenido un encuentro con el Papa Francisco esta semana. Entre sus preocupaciones está la liberación de los militares capturados durante la guerra del Nagorno Karabakh del 2020, en la que perdieron frente a Azerbayan y sus aliados, y que aún siguen en prisión. Pero más a largo plazo, el presidente almeno, asegura que una de sus aspiraciones es reforzar las relaciones culturales y educativas con el Vaticano. ¿Qué es lo que pretenden obtener?
A juicio de Sarkissian, «el Vaticano y Armenia son pequeños estados, pero naciones globales». El hecho de carecer de petróleo o de fuentes de energía primaria con que poder negociar en el panorama internacional, apelan a unos recursos o valores con los que tener un impacto. En el caso del Vaticano es evidente que se trata de un liderazgo moral, mientras que en Armenia «el principal valor es la diáspora», las colonias armenas en EEUU, Líbano o Tierra Santa, donde tienen una influencia real en el territorio. Solo en la ciudad de Los Angeles hay censados 150.000 armenios, por poner un ejemplo.
30 años de relación con la Santa Sede
Para un Estado formado hace apenas treinta años, tras la caída de la Unión Soviética, el respaldo del Vaticano es importante. Los ciudadanos de Armenia votaron por la Independencia en septiembre de 1991 y en mayo de 1992 ya establecían relaciones con la Santa Sede. Un reconocimiento a un país que se jacta de ser el primero donde el Cristianismo fue la religión oficial, en el año 301.
El presidente del país valora especialmente la cercanía del Papa Francisco en los momentos más duros. La guerra de Nagorno Karabakh, en 2020, constituye un ejemplo palpable. «En ese momento perdimos a Europa, la Unión Europea permanecía en silencio mientras sufríamos una agresión externa, la NATO también permaneció en silencio. Mientras que el Vaticano, con diversas declaraciones públicas del Papa Francisco, sí que estuvo presente y cercano», asegura Armen Sarkissian.
En este marco de «confianza» entre las dos partes es donde se puede establecer una colaboración fructífera de cara al futuro. Sarkissian conoce bien el Vaticano, ya que fue el primer embajador de su país ante la Santa Sede, en 1992. Por eso quiere repetir el éxito que tuvo la primera exposición sobre su país en la Capilla Sixtina, en el año 1999. Considera «un éxito diplomático» ese tipo de eventos, porque «crean lazos que permiten conocernos mejor».
Promover el turismo armenio al Vaticano
Promover el turismo a su país y las visitas de su país al Vaticano fortalecerá los lazos entre ambos estados. Pero no se queda ahí. Sarkissian es catedrático de Física, «una ciencia en la que es normal plantearse la presencia de Dios en la creación». Por eso es partidario de desarrollar programas educativos en colaboración con el Vaticano para la formación de los jóvenes. Las Universidades Pontificias constituyen uno de los activos más valorados de la Ciudad Eterna a nivel global. Por sus aulas pasan científicos e intelectuales de todo el mundo, con interés por contribuir al progreso científico y moral de la sociedad.
El interés por fomentar el intercambio cultural ha llevado a que esta semana se haya firmado un protocolo de cooperación entre el Gobierno de Armenia y el Pontificio Consejo para la Cultura, que preside el cardenal Gianfranco Ravasi.
Para el Vaticano es especialmente valiosa la colaboración con Armenia y con su jerarquía eclesiástica en Tierra Santa. Y es que las autoridades religiosas de Armenia han mantenido una presencia constante en muchos de los Santos Lugares, con una habilidad negociadora capaz de superar las cuestiones más conflictivas.
Además de Jerusalén, el Vaticano y Armenia comparten un interés especial por la situación de Oriente Medio, donde grandes comunidades armenias viven en Siria y en Líbano. Son dos de los países más castigados por diversos conflictos de los últimos años y las soluciones pasan, en muchos casos, por la labor de líderes religiosos.
En ocasiones se da por descontado el peso diplomático del Vaticano, pero la visión desde Armenia, un pequeño país cristiano con fronteras con países como Irán y Turquía, ayuda a valorarlo mejor. El presidente del país asiático lo define con claridad: «small and smart» (pequeño e inteligente). No cabe duda.