Semana Santa de Sevilla: regreso con ilusión máxima tras dos años de pandemia
Sevilla prepara su primera Semana Santa sin su eterno pregonero. Los cofrades regresan a las calles de la ciudad después de dos años de pandemia y con el recuerdo de Pascual González, que tan bien cantó a Sevilla y su Semana Santa
Se acerca la Cuaresma (este 2 de marzo es el Miércoles de Ceniza), y con ella, la Semana Santa, la semana grande de Sevilla, que la espera y la necesita, después de dos años sin cofradías en las calles. Aunque Sevilla, que no puede vivir sin una procesión, sin dar un testimonio de fe al mundo, ha amenizado la espera de la mejor forma posible, no en vano el Gran Poder, Señor de Sevilla, se encargó de cubrir esa necesidad, llegando a los barrios donde más necesidad, no solo material, hay en toda España.
Esta será una Semana Santa diferente, como todas en Sevilla, sí, pero esta especialmente, y no solo por el regreso de las cofradías, condicionadas aún por la maldita pandemia, sino también por el reciente adiós del eterno pregonero de la ciudad, don Pascual González –fundador de Cantores de Híspalis–, quien fallecía este pasado 6 de febrero. No necesitó dar un pregón en el Teatro de la Maestranza –que acoge todos los años el Pregón de la Semana Santa de Sevilla desde 1993–, o en el Lope de Vega –donde antes se celebraba el Pregón–, para pregonar a Sevilla y su Semana Santa.
Como diría Pascual González: «Viernes Santo, madrugada. / Renacimiento cofrade para una tierra que se viste de gala para festejar su pasión con alegría, / como sabe Andalucía exaltar sus cofradías al pie de la tradición. / Cantando y piropeando a sus fervores, con seguiriyas de amores entre naranjos en flor. / Y postrándose rodilla en tierra ante Jesús Nazareno a su paso hacia el Calvario con un respetuoso y fervoroso silencio».
Mejor no se puede expresar cómo es y siente la Sevilla cofradiera que como lo hacía su eterno pregonero, que, por supuesto, dedicó versos a la Primitiva Hermandad del Silencio, la más antigua de Sevilla, fundada en la Cuaresma de 1340, y a su Virgen de la Concepción (1951): «Yo quiero ser costalero, Señora, de tu palio de azahar y plata, de candelabros de cola, de bambalinas que danzan entre los doce varales que rodean tu semblanza».
Unos ensayos diferentes
Precisamente, uno de los capataces (personas que guían a los costaleros delante del paso) del palio de María Santísima de la Concepción, José Manuel Roldán, lamenta «la pérdida de un hermano del Silencio». El duelo es doble, pues «todo el mundo sabe lo que significa Pascual González para la Sevilla cofradiera», aunque «la Hermandad no hace distinción entre hermanos», señala en declaraciones a El Debate.
Los ensayos de costaleros son distintos este año respecto a antes de la pandemia. Afirma Roldán que la Hermandad hace «entre 150 y 160 test de antígenos» antes de comenzar cada práctica, y se muestra satisfecho de que no se haya registrado «ningún positivo», lo que permite darles la libertad a los costaleros de no llevar la mascarilla puesta debajo del paso.
Además, el segundo capataz del palio de la Virgen de la Concepción –también del paso del Cristo de las Misericordias de Santa Cruz y del palio de la Virgen de Montserrat– dice que los dos años sin cofradías en las calles son «muchos» para los cofrades y que ve a la gente «con más muchas ganas y muchísima ilusión».
De igual modo, Felipe, uno de los costaleros del Silencio, afronta con «muchas ganas» la próxima Madrugá, en la que volverá a ser los pies de Jesús Nazareno, como desde 1994. Asegura que supone una ocasión «muy especial» para acordarse de «aquellos que están convalecientes, en un hospital o lo están pasando mal en ese momento».
Este veterano costalero reconoce que los dos años de inactividad, sin ponerse el costal (pieza de tela gruesa que se colocan los costaleros sobre la cabeza y el cuello para trabajar debajo del paso), se notaron en el primer ensayo –a pesar de que «esto es como montar en bicicleta, nunca se olvida»– «tanto en lo físico como en la forma de andar», con «paso siempre alargado» y «las rodillas casi sin flexionar».
Una tradición ligada a otra
Muchas de las hermandades de la Semana Santa de Sevilla tienen un origen gremial, como Santa Marta –patrona de la hostelería–, la Esperanza de Triana –unión de ceramistas y pescadores del barrio– o los Panaderos –que directamente reconoce en su nombre su vinculación gremial–, cuyo titular, el Señor del Soberano Poder en su Prendimiento, presidirá el Vía Crucis Penitencial de las Cofradías de Sevilla este próximo 7 de marzo, el primer lunes de Cuaresma.
Y otras hermandades tienen una relación muy estrecha con otra de las tradiciones que se viven con gran pasión en la ciudad: la tauromaquia. Como miles de sevillanos, toreros tan ilustres como Curro Romero, los Ordóñez o Joselito el Gallo son o han sido hermanos de algunas corporaciones de la Semana Santa de Sevilla. Pero el vínculo que existe entre la Sevilla cofradiera y la tauromaquia queda patente en las hermandades de San Bernardo y El Baratillo.
La primera de ellas, San Bernardo, es conocida popularmente como la hermandad de los toreros, pues un gran número de profesionales del mundo del toro forman o han formado parte de su nómina. El germen de este tradicional binomio se encuentra en las «corridas de toros» que se realizaban, ya en el siglo XVI, en el matadero anexo al barrio, el cual dio lugar a la primera escuela de toreros de la historia, y donde los chavales se ponían delante de las vacas que iban a ser sacrificadas para emular antiguas gestas del hombre contra la bestia.
La Hermandad de El Baratillo, por su parte, guarda más que una estrecha relación con los toros. La proximidad de la Capilla de la Piedad con la plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla convierte a ésta en el coso baratillero, donde forma la cofradía cada Miércoles Santo desde 1990, dadas las reducidas dimensiones de la propia Capilla.
El hermano mayor de la corporación, Luis Fernando Rodríguez Carrillo, cuenta para El Debate que la unión entre El Baratillo y la Maestranza nace de la ausencia de capillas en las plazas de toros que se construyeron en el siglo XVIII alrededor de la sede canónica de la Hermandad, «motivo por el cual los matadores y sus cuadrillas acostumbraban a pasar por la Capilla de la Piedad para orar» antes de la faena.
El distinguido diestro Pepe-Hillo, vecino de El Arenal y hermano de El Baratillo, sería el precursor de este ritual, que han continuado haciendo toreros baratilleros como Manuel Díaz, el Cordobés, o Morante de la Puebla, a pesar de que el coso maestrante dispone de su propia capilla desde 1877. Rodríguez Carrillo destaca las aportaciones que estos dos contemporáneos han realizado a la Bolsa de Caridad de la Hermandad y los numerosos enseres que la Real Maestranza de Caballería de Sevilla ha donado para la cofradía.
Una tradición de barrio
La Semana Santa de Sevilla es, además, una tradición de barrio. El Arenal, El Cerro del Águila, El Porvenir, Tiro de Línea, Triana, la Macarena o la Calzá son barrios que lo demuestran con creces. Precisamente, la Calzá fue la cuna de Pascual González; donde el trovador nació, en 1950, y tiene una calle con su nombre, cerca de la sede canónica de su Hermandad de San Benito.
El barrio es donde vuelve su gente cada Semana Santa para rememorar su niñez y juventud. Así lo manifiesta el hermano mayor de San Benito, José González, que recuerda esos momentos de juego junto a su «gran amigo» Pascual González, con quien compartía asimismo una gran devoción por el Señor de la Presentación, «afianzada» en el segundo tramo de la cofradía, donde salía «la mayoría de los chavales del barrio», apunta para El Debate.
«Mucha gente que tuvo que salir del barrio a causa de la riada de 1961 vuelve el Martes Santo por la mañana, cuando la iglesia está abierta para ver los pasos, y nos encontramos los antiguos del barrios», relata el hermano mayor de la corporación de la Calzá, quien considera que «la Hermandad ha hecho al barrio». El momento más esperado es, «sin duda, la salida de la cofradía», afirma.
«Estamos deseando que llegue el Viernes de Dolores, porque a los cofrades nos gusta ver los pasos en la calle, porque se cumple con el principal objetivo de una cofradía, que es evangelizar en la calle», señala José González. Su sentir es el de toda la Sevilla cofradiera, como no puede ser de otra forma, con independencia de la hermandad con la que esté el corazón de cada cofrade, y sus deseos se cumplirán, Dios mediante, en pocas semanas.