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Armando Zerolo
cartas de la ribera

Carta de un abuelo solitario

Lo que nos pasa es que se ha creado un espacio enorme entre mayores y jóvenes. Hay una brecha social que explica muchas de las demás rupturas. Por tanto, si el gran problema es la soledad intergeneracional, la solución pasa por recuperar la compañía intergeneracional

Actualizada 16:54

Yo no andaría arrastrando los pies si no los tuviese llenos de polvo, que tú vas por delante cuando yo te llevo de la mano, que cuando tú la alzas y yo la bajo, tú te llegas a mí y yo me elevo a ti. Que no diría yo palabras duras si tú te sentases a mi lado por la noche, en la taberna, en la mesa, en el banco. Dime tú por lo bajo «abuelo» y que yo me ría, que si me nombras sigo, que si me olvidas, paro.

Mi casa está vacía y yo ya no la lleno. La llenó mi útero, mi trabajo y mis horas de ausencias. La llenaron los niños, los que vinieron y los que no llegaron, los que tuve y los que no pude tener. Los que quise, los que no quise, ellos, los suyos y los míos, todos llenaron mi casa que ahora es cocina y salón y dormitorio; cama, mesa y escritorio; porque como donde escribo, y duermo donde leo. Mis habitaciones eran lo que recibían, eran el vientre de una posibilidad que ahora necesita de una última acogida.

Mírame, tú que todavía no te asustas de las arrugas, y verás que no pasa nada por vivir. El cielo asusta si no se ve el horizonte, mírame y verás que para mirar tan alto hace falta que aprendas a levantar primero la cabeza, a mirar antes al abuelo que a las nubes. ¿Acaso no sabes que yo he pasado por tus miedos, anhelos y esperanzas? Que son los tuyos, tu secreto y tus miedos, pero que si los miro en tus ojos, hay algo en tu cuerpo de niño que se apacigua.

Se que una vida no puede acabar sin otra a su lado que comienza, y que la tuya que ahora empieza no podrá seguir si ahora no ve mi acabamiento. Que mi soledad es también la tuya, porque es la de todos. Un vacío original del que viniste y al que no deberías volver. Mírame bien, mírame a la cara, y verás que las arrugas no dan miedo. Que asusta más lo que está por hacer que lo que ha sido hecho. Que nadie debe cargar con su pasado, y que lo que está por venir no es lucha y resistencia contra el paso del tiempo. Mírame para que experimentes en la carne de tu abuelo que la vida es algo bueno que nos pasa. Mírame para acompañarme, para que yo vea en tus ojos que la vida seguirá pasando y así pueda irme en paz.

Hay una brecha social entre mayores y jóvenes que explica muchas de las demás rupturas

Así hablarían nuestros abuelos para hacernos comprender, si escuchásemos, que mucho de lo que nos pasa es que se ha creado un espacio enorme entre mayores y jóvenes. Hay una brecha social que explica muchas de las demás rupturas. Por tanto, si el gran problema es la soledad intergeneracional, la solución pasa por recuperar la compañía intergeneracional.

Los datos son preocupantes y no parecen coyunturales. Es una tendencia:

–26,1 % de los hogares ya son unipersonales, casi cinco millones.

–La variación respecto al año anterior es más acusada en mayores de 65: un 6,1 %, es decir, 122.300 más.

Si lo relacionamos con la tasa alarmantemente creciente de suicidios, autolesiones y patologías mentales entre los jóvenes de nuestra sociedad, podemos arriesgar una hipótesis: la soledad intergeneracional es una causa de la pérdida de calidad de la vida social que afecta tanto a ancianos como a jóvenes. Nos afecta a todos, porque la soledad no entiende de ideologías, ni clases sociales ni religiones.

Hoy se exige una imaginación especial para conseguir unir lo que nunca debió separarse, para que los jóvenes se reencuentren con los mayores, y los mayores sean acompañados por los jóvenes. Hay que poner todos los medios a nuestro alcance para reconstruir la compañía intergeneracional.

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