Entrevista a Eusebio Hernández
Obispo de Tarazona: «Hay que orar por los que están en la cuneta de la sociedad»
Seguimos con la serie de entrevistas a los prelados españoles. En esta ocasión, conversamos con Eusebio Hernández sobre la realidad de su diócesis, la acogida a refugiados, el asunto de los abusos y la sinodalidad
Desde 2011 Eusebio Ignacio Hernández Sola, agustino recoleto, es obispo de Tarazona. Esta diócesis, sufragánea de las archidiócesis de Zaragoza, fue noticia hace unas semanas por la acogida a refugiados ucranianos en el edificio del seminario.
En el marco de una de las semanas centrales de la vida de la Iglesia, charlamos con don Eusebio.
–¿Cómo viven esta Semana Santa desde Tarazona después de estos años de pandemia?
–La Semana Santa de este año va a retomar las expresiones de piedad que la pandemia de la COVID-19 nos ha impedido realizar estos dos últimos años. Esto hace que se esté preparando todo con mucha alegría, entusiasmo e intensidad. Este año las comunidades parroquiales y los hermanos de las Cofradías están poniendo mucho empeño, esfuerzo y fe ferviente para que todos vivamos esta Semana Santa de una manera más religiosa y profunda. Aunque tengo que señalar, que la Semana Santa no la hemos dejado de celebrar, si bien es cierto que las procesiones no se pudieron realizar, estuvimos ahí. Gracias a las redes sociales, pudimos retransmitir todos los actos y las celebraciones de la Semana Santa. Esto también hizo que estuviéramos cerca de muchas personas que, durante esos días, especialmente durante el confinamiento más severo, pudieron sentirse solas. Además, los sacerdotes no dejaron de trabajar y de estar disponibles para todo aquel que lo necesitó. Es algo de lo que quiero que quede constancia porque ha sido realmente muy duro para todos.
Este año, como decía, estamos realmente contentos por poder volver a ver los pasos de nuestras Cofradías y Hermandades por las calles de nuestros pueblos y ciudades. Respirar ese sentir tan hondo de fe y de devoción que desprenden las procesiones de Semana Santa con sus imágenes nos llena de alegría, aunque nos duele mucho la situación que se está viviendo en Ucrania. Una situación que estamos viviendo muy de cerca con los refugiados ucranianos que tenemos acogidos en nuestro Seminario y que están sacando lo mejor del corazón de los turiasonenses.
–¿Dónde debemos poner el foco durante estos días tan especiales que suceden en mitad de un mundo aturullado por el ruido y la barbarie?
–Sin duda, en todos aquellos que ahora mismo están sufriendo como lo hizo Cristo durante su Pasión. De hecho, durante estos días de Semana Santa, debemos tener más presentes que nunca a todos ellos. No debemos de olvidarnos al orar ante Cristo sufriente y crucificado de todos esos hombres y mujeres que hoy están en la cuneta de nuestra sociedad y que tanto sufrimiento están soportando. Ellos son el reflejo de todo el sufrimiento que padeció Jesús.
En Semana Santa más que nunca nuestras oraciones tienen que ser por los refugiados -de Ucrania y de tantos otros países-, que se ven obligados a huir de su tierra por la guerra, de todas las personas que no disponen de lo necesario para vivir y que la crisis económica provocada por la pandemia ha aumentado hasta niveles alarmantes, de los enfermos, de los ancianos que viven solos, de las víctimas de las catástrofes naturales, (volcán de la Palma, inundaciones,…), de los inmigrantes que no siempre son bien acogidos o de las mujeres víctimas de la violencia de género. El mensaje de estos días en los que vamos a orar y profundizar es corto y denso y se escribe con pocas palabras. «¡Dios ama a los hombres! ¡Los ama hasta el extremo!»
–¿Cómo están los refugiados de Ucrania que han llegado a la diócesis?
–Están muy bien, deseando hacer vida normal. En el Seminario, donde están acogidos, cuentan con todo lo necesario para estar cómodos. Nos ocupamos de que así fuera para que se encontraran lo mejor posible dadas las circunstancias. La ciudad de Tarazona los ha acogido desde el primer momento con los brazos abiertos y las instituciones que estamos implicadas en esta iniciativa -la Diócesis de Tarazona, Ayuntamiento de Tarazona y la Comarca de Tarazona y el Moncayo- junto a los voluntarios que fueron a por ellos hasta Polonia, estamos constantemente en contacto para abordar cualquier situación que pueda producirse y trabajando para que su integración sea lo más rápida posible.
Ahora estamos con la parte burocrática y administrativa para que consigan cuanto antes la residencia. De esta forma, los adultos podrán buscar trabajo y los niños podrán ir al colegio. También se están organizando clases de español para que aprendan el idioma, fundamental para iniciar una vida en España. Ha sido una gran tarea en la que las partes implicadas hemos trabajado para dar respuesta al gran sufrimiento de muchos ucranianos y en la que hemos caminado juntos, poniendo en práctica la sinodalidad en esta Diócesis de Tarazona.
–¿Deberíamos romper esa doble vara de medir entre los migrantes de primera, segunda y tercera categoría? ¿Corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por el sentimentalismo?
–La Iglesia siempre ha acogido a todos los refugiados, sin distinciones de ningún tipo. La emigración ha sido siempre un hecho que atraviesa toda la historia de la humanidad. El pueblo de Israel, el mismo Jesús con sus padres tuvo que huir a Egipto. Y en tiempos más recientes también los españoles tuvimos que emigrar por tierras europeas y sudamericanas. Por ello es bueno también que recordemos y conozcamos situaciones de miles de personas que tienen que abandonarlo todo por buscar trabajo y un medio digno de vida. Yo mismo viví varios veranos esta experiencia como capellán de emigrantes en Bruselas. El Papa, al poco de ser elegido, se fue a Lampedusa y al ver con sus ojos lo que allí ocurría, cómo estaban los miles de refugiados que llegaban a la isla, gritó que aquello era una vergüenza. Y en su reciente viaje a Malta ha vuelto a tener un encuentro con refugiados y migrantes donde, de nuevo, hemos visto su preocupación por ellos.
No hay clases de migrantes, todos son hijos de Dios y como hermanos que son tenemos que ayudarles por igual. Como cristianos, ante las injusticias se nos parte el alma por la compasión que sentimos al comprobar el dolor humano.
–¿Qué plan tienen desde Tarazona para potenciar la pastoral juvenil?
–Este es uno de los grandes problemas que tenemos en las diócesis pequeñas y situadas en la «España vaciada» ya que los jóvenes se trasladan a las ciudades grandes para estudiar o trabajar. Desde el Secretariado de Pastoral Juvenil se trabaja con los que se quedan. Algunos son miembros de Cofradías, colaboran con sus parroquias o forman parte de movimientos eclesiales. Por ello, aunque no son muchos, hay que cuidarlos y nos tenemos que ocupar de ellos para que Dios siga en sus vidas, así que se planifican actividades que los impliquen. En marzo pasado, la Diócesis participó en la Javierada con un pequeño grupo y fue una gran alegría volver a tomar parte de esta peregrinación.
Además, se tiene pensado organizar campamentos juveniles de verano en el Seminario y la Diócesis quiere participar en la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago de Compostela en julio. Los jóvenes tienen su tiempo muy ocupado con los estudios, los amigos… pero también pueden encontrar un hueco para conocer a Jesús y esa es parte de nuestra tarea, hacerlo atractivo para que se acerquen a la Iglesia.
–¿Cómo se aborda la «Iglesia vaciada» y la falta de vocaciones en el contexto actual?
–A pesar de las dificultades que comporta la escasez de población, hasta ahora la diócesis había tenido vocaciones. En los once años que llevo de obispo de esta Diócesis de Tarazona hemos ordenado a 18 sacerdotes, y así hemos podido cubrir las necesidades pastorales que han surgido en las comunidades parroquiales. Sin embargo, ahora sentiremos más las dificultades para cubrir todas las urgencias, debido a la disminución vocacional y al envejecimiento de los sacerdotes, circunstancias a las que no es ajena esta Diócesis.
–¿Qué cabe esperar de este Sínodo? ¿Notan la implicación de todo el Pueblo de Dios?
–En la diócesis de Tarazona se está trabajando bastante en esta fase diocesana, que es una oportunidad para que las parroquias, laicos, religiosos y religiosas, catequistas y sacerdotes experimenten y vivan juntos el camino sinodal, descubriendo o desarrollando así las herramientas que mejor se adapten al propio contexto local. Esto finalmente se convertirá en el nuevo estilo de las Iglesias locales. Este Sínodo no sólo espera respuestas que puedan ayudar a la Asamblea del Sínodo de los Obispos que se realizará en Roma en octubre de 2023, sino que también desea promover y desarrollar la práctica y la experiencia de ser sinodal en el curso del proceso y para el futuro.
Como he dicho antes, un gesto grande y expresivo de sinodalidad está siendo el traer, acompañar y servir a los ucranianos en el Seminario. Fue una iniciativa de unos seglares, de todos los partidos que forman la corporación municipal del Ayuntamiento y del Obispado de Tarazona. Desde el primer momento las tres instituciones hemos trabajado conjuntamente y al unísono para hacer una gran obra de amor con la que toda una ciudad se ha volcado.
–¿Qué le pide al señor en esta Pascua?
–Que la paz que Cristo ha querido traer al mundo inunde y reine en el corazón de toda persona, y en particular en Ucrania y en todos los países que se hallan en medio de conflictos armados. Es muy doloroso, después de los dos años que hemos pasado tan duros por la pandemia del coronavirus, sufrir las consecuencias de esta inhumana e injusta guerra. Tampoco quisiera olvidar la paz en nuestro entorno más cercano, como es el familiar y el de nuestros pueblos y ciudades. No podemos ni debemos olvidar la violencia de género, ni el mal trato contra los niños y los menores. En fin, no violemos los derechos de la persona humana, porque Jesús murió por todos, sin excepción.
El saludo del Resucitado es la «Paz». Pues que este anhelo y mensaje de Jesús se haga realidad en nuestra vida y en el mundo.