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La Virgen de la Esperanza de Triana a su paso por el puente de Triana esta Madrugá

La Virgen de la Esperanza de Triana a su paso por el puente de Triana esta MadrugáEFE

Semana Santa 2022

Sevilla vuelve a disfrutar de una Madrugá de fervor y silencio

Las seis hermandades de la jornada consiguen reunir a miles de personas en la noche más especial para la ciudad

No había acabado aún el Jueves Santo, con varias cofradías de regreso a sus respectivos templos, cuando la Madrugá empezaba a sentirse por las calles de Sevilla. Aún en Jueves Santo, cinco nazarenos del Gran Poder se postraban ante el Señor de la Sentencia y la Esperanza Macarena y pedían la venia a la corporación del barrio de San Gil para su prelación en carrera oficial, conforme a la Concordia entre ambas hermandades, que se remonta a 1903. Así daba comienzo la Madrugá de Sevilla.

No obstante, aún en Jueves Santo, los Armaos de la Centuria Romana Macarena, que acompañan a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia cada Madrugá, visitaban, en su tradicional desfile, el Hospital Virgen Macarena, el Santuario de los Gitanos o, cómo no, la Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, para rendir pleitesía al Señor de Sevilla antes de llegar a San Gil.

Así es (casi) imposible no activar el «modo Madrugá» aun en Jueves Santo, como toda esa gente que, sentada en su sillita, alguna como si estuviera en la playa, se agolpaba, desde por la mañana, a las puertas de la Capilla de los Marineros de la Esperanza de Triana. Mirándolo por el lado positivo, cuando se activa el «modo Madrugá», se puede disfrutar, por ejemplo, de los regresos de la Quinta Angustia, por la calle Zaragoza, o El Valle, por Cuna, o de la entrada de Pasión sin grandes bullas.

Un nazareno de la Macarena en la salida de la procesión

Un nazareno de la Macarena en la salida de la procesiónEFE

Fervor y silencio

A «las Macarena en punto», las 0:00 de la Madrugá del Viernes Santo, se abrían, tal como estaba previsto, las puertas de la Basílica de la Macarena, de la que iban a salir alrededor de 4.000 nazarenos (cortejo más numeroso de la Semana Santa de Sevilla), algunos de los cuales —muchos, demasiados—, ya creciditos, debían haber recibido una charlita, aplicable asimismo en la Esperanza de Triana y Los Gitanos, sobre cuál es el fin de una estación de penitencia. Un bullicioso fervor se hacía notar en la Resolana.

Y mientras el Señor de la Sentencia, de costero a costero, despertaba los aplausos en su barrio, Jesús Nazareno era correspondido —como diría Pascual González— con un respetuoso y fervoroso silencio, sólo roto por las saetas y «los pitos», desde su salida de San Antonio Abad, por la calle de El Silencio.

El paso de la Virgen de la Macarena en la salida de la procesión

El paso de la Virgen de la Macarena en la salida de la procesiónEFE

Se hacía también el silencio en la plaza de San Lorenzo, donde el Gran Poder, el Señor de Sevilla, empezaba a recibir las plegarias de sus fieles. Su Madre, María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, salía tras sus pasos. La Macarena comenzaba a repartir Esperanza por su barrio.

Completaban esta Madrugá de fervor y silencio, siempre de contrastes, la Hermandad del Calvario, obligada a dar, un año más, una vuelta por el Museo para acceder a carrera oficial; la Esperanza de Triana, con el izquierdo siempre por delante, y Los Gitanos, repartiendo Salud entre tantas Angustias sufridas en estos dos años sin vivir una jornada que consigue reunir a miles de personas en la noche más especial para la ciudad.

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