La Iglesia ucraniana que sobrevive bajo tierra en búnkeres, líneas de metro y sótanos abandonados
Sin luz, sin agua, con frío y sin comida. Así han sobrevivido decenas de comunidades orantes a los asedios y bombardeos del Ejército ruso en Kiev
Bajo tierra sigue la vida. El lugar reservado para las alimañas, para las tuberías, trenes y oscuridad, ha sido poblado en los últimos meses por centenares de personas en Ucrania que se han visto privadas de la luz y el aire para subsistir. Lo contaba María Mayo cuando abandonó Kiev una vez sitiada la ciudad y desencadenados los bombardeos con los 95 niños y sus familias a cuestas. Lo narran ahora los Oblatos de María Inmaculada (OMI).
Llevan más de 32 años en Ucrania y tienen claro que, sea cual se la circunstancia, «no abandonarán el país ni el servicio pastoral». Los oblatos, junto con más de 70 personas, han vivido durante más de un mes en un búnker debajo de uno de los templos que gestionaban. «La ciudad estaba rodeada, no había agua ni luz; y era marzo, hacía frío y no había comida. Los oblatos no abandonaron a la gente, y eso que podían haber dejado la ciudad», asegura para la Agencia Fides el padre Pavlo Vyshkovskyy, misionero de los Oblatos de María Inmaculada (OMI) en Kiev.
«En otra comunidad, en Tyvriv –continúa el misionero– los OMI han acogido a noventa personas de Járkov, de la zona de guerra, que lo habían perdido todo. Llevan más de dos meses apoyando a estos refugiados. En Kiev, en nuestra parroquia de San Nicolás, hemos creado una especie de almacén para toda la zona, y hemos enviado siete vehículos con ayuda a toda la región de Kiev y también a Chernígov, no sólo en las ciudades, sino también en los pueblos, donde por primera vez en más de un mes la gente ha visto pan».
«Al principio fue muy difícil porque cuando Kiev estaba rodeada, las tiendas estaban cerradas y la gente tenía que hacer cola durante horas sólo para comprar pan. Ahora la guerra se ha trasladado al este del país. Hemos llevado ayuda a Járkov, Mikolaiv, Mariúpol, con ayuda, alimentos, y estamos enviando todo lo que podemos a estas personas que están sufriendo».
La solidaridad internacional, clave
Seguir con esta tarea de testimonio y entrega «es posible gracias a la solidaridad de nuestros hermanos OMI en todo el mundo. Desde Polonia han enviado mucha ayuda, pero también desde Italia, de amigos de las Misiones, de parroquias que conocemos. Necesitamos sus oraciones, porque durante dos meses la guerra ha desfigurado nuestro país. Rezamos para que no nos falte el Espíritu Santo y para que se restablezca la paz lo antes posible. Les agradecemos la ayuda que recibimos y, sobre todo, las oraciones que nos sostienen», señala Pavlo Vyshkovskyy.
Los primeros misioneros de la OMI, cuentan en Fides, llegaron en el último estertor de la Unión Soviética, hace treinta y dos años. Actualmente hay nueve comunidades religiosas de la OMI en Ucrania, la mayoría de las cuales se dedican a atender la vida parroquial; también en la zona de Chernóbil y en Crimea.
Tras años de tensión y ahora en una situación de guerra, el misionero oblato asegura que a pesar de que la red de parroquias, entonces y ahora, ha quedado prácticamente destruida, siguen disponiendo «de una comunidad que evangeliza a través de los medios de comunicación. Disponemos de una red de televisión y también de una agencia de prensa para llevar el anuncio del Evangelio a todos aquellos que, sobre todo últimamente por culpa de la covid y ahora por la guerra, no pueden ser contactados de otra manera. Otros misioneros OMI trabajan con los pobres: en la propia Kiev tenemos seis casas donde desde hace nueve años muchas personas, unas cuatrocientas cada semana, reciben ayuda material y espiritual. El Papa Pío XI llamó a los oblatos 'padres especialistas de las misiones más difíciles', y «vamos donde nadie quiere ir. Allí estamos».