Queman y lapidan a una estudiante en Nigeria tras ser acusada de blasfema
Deborah Kubaya fue apaleada, lapidada y quemada por su compañeros al pedir en el grupo de guasap que se hablase de cuestiones académicas y no religiosas
La barbarie sigue campando a sus anchas en Nigeria. El último episodio ha sido el asalto a la catedral de la Sagrada Familia en la diócesis de Sokoto. El objetivo, según recoge José Ignacio Rivarés, uno de los mayores expertos sobre los asuntos de la Iglesia en el panorama internacional, era no solamente destrozar el templo sino hostigar, linchar y llevarse por delante a todo cristiano con el que se encontrasen.
Estos hechos son consecuencia de la detención de dos jóvenes que en los días anteriores habían participado en el asesinato Deborah Yakubu. La estudiante de Economía Doméstica fue apaleada, lapidada y quemada por una turba enloquecida que alegaba terminar de esta forma con la vida de Deborah por proferir insultos a Mahoma y al islam.
Según las fuentes manejadas por Rivarés, nada más alejado de la realidad para justificar este acto. La estudiante, sencillamente, había pedido en su grupo de clase que no compartieran contenido religioso y se limitasen a los estrictamente académico.
En un permanente conflicto religioso
La alta presencia de Boko Haram en el país, la inestabilidad política, económica y social en algunas regiones, junto al factor religioso, está suponiendo una bomba de relojería en un país con un 46,3 % de cristianos por un 46, 2% de musulmanes. Una población de más de 206 millones de personas –el más poblado de África– que sobre el papel garantiza la libertad religiosa pero que de facto, al contar con 12 estados que introdujeron hace 20 años la sharía, tal y como recoge el último informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), vive una guerra religiosa encubierta donde episodios violentos contra las minorías cristianas en lugares de mayoría islámica se perpetúan día tras día.
El obispo de Sokoto, monseñor Matthew Hassan Kukah, no tardó en «condenar enérgicamente estos actos» en una carta pastoral, pidiendo a las autoridades «que investiguen esta tragedia y que los culpables sean llevados ante los tribunales». Tras pedir oraciones por su familia, sus compañeros de escuela, Hassan Kukah ha repudiado «este crimen inhumano, injustificable independientemente de su motivación», haciendo un llamado a los feligreses de Sokoto a «mantener la calma» ante la oleada de violencia desencadenada contra ellos.
Tras esta condena pública, al obispo de Sokoto le han puesto en el punto de mira, atacando la seo y sede de la diócesis.
«¿Cómo se puede predicar el amor?»
«Pero, ¿cómo se puede predicar el amor en un país en el que la violencia se ha convertido en una regla?». Esta pregunta se la hacía Godfrey Igwebuike Onah, obispo de Nsukka, en el Estado de Enugu, al sureste de Nigeria. Tal y como recoge la Agencia Fides, la Iglesia católica del país está profundamente conmocionada por el acto. «Mis queridos amigos, debo ser sincero con vosotros, hoy habría preferido encerrarme en mi capilla para rezar y llorar por mi nación, que ha descendido las tinieblas», señalaba el obispo de Nsukka. «Llorad y rezad por Deborah, que fue asesinada por estar en una parte del país donde creía estar en casa, pero no lo estaba».
Por su parte, el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal Regional de África Occidental (CEREAO / RECOWA), a la luz de estos acontecimientos, hacía un nítido diagnóstico de la situación que atraviesa Nigeria, «un país en el que la corrupción se ha convertido en norma y tradición, en el que la impunidad se ha convertido en ley, en el que el gobierno se siente tan impotente que ahora apela a los líderes religiosos para que hablen con los actores no estatales para no empeorar la situación de seguridad en nuestro país».
Desde 2011, apuntan en AIN, los cristianos han ido convirtiéndose cada vez más en las víctimas de ataques estratégicos dirigidos contra ellos. En 2019, la Asociación Cristiana de Nigeria declaraba que «las matanzas generalizadas en el norte de Nigeria se dirigen predominantemente contra los cristianos, que constituyen el 95% de los detenidos en la actualidad por los yihadistas».