«Cuando llegas a Santiago te das cuenta de que ha merecido totalmente la pena»
El Debate recoge los testimonios de algunos jóvenes que, «entre sonrisas y lágrimas de emoción» han peregrinado hasta Santiago con la PEJ
Los peregrinos ya han llegado a Santiago. Jóvenes de toda Europa se encontraron ayer en la Plaza del Obradoiro dando así el pistoletazo de salida a la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago. Peregrinos de distintos puntos del continente comenzaron a caminar hasta Santiago la semana pasada, para finalmente encontrarse en la ciudad del Patrón de España.
Julián Barrio, arzobispo de Santiago
«No tengáis miedo de la vida. La vida es bella, la vida es para vivirla y para darla»
Rubén Vasco peregrina con la diócesis de Toledo, y ayer, sobre las 8 de la tarde, pisó la plaza del Obradoiro y llegó a la tumba del santo. Rubén ha declarado a El Debate que «la experiencia de hacer el camino de Santiago es algo único que te ayuda mucho a sentirte más cerca de Dios». Este es el segundo camino del toledano, ambos realizados en este Año Jubilar.
«Es una oportunidad ideal para poder reflexionar sobre tu vida mientras vas caminando, además de que conoces a gente maravillosa durante el trayecto y, a pesar de las dificultades del cansancio, las ampollas, cuando llegas a Santiago te das cuenta de que ha merecido totalmente la pena» relata Rubén.
Me he dado cuenta de que también puedes reconocer que Dios está ahí a través de la naturaleza o de una sonrisa
Peregrino
Además de la experiencia física de llegar a la ciudad de Santiago, el Camino es puramente espiritual. Durante el trayecto se tiene la oportunidad de encontrar a Dios en las cosas más corrientes: «Yo, personalmente, me he dado cuenta de que también puedes reconocer que Dios está ahí a través de la naturaleza, a través de una sonrisa de una persona que te cruzas o a través de una conversación profunda con alguien con quien caminas» asevera Rubén Vasco. Para el peregrino toledano «no tiene ningún sentido hacer tantos kilómetros si la meta y el fin de tu camino no es encontrarte con el apóstol y ofrecer tu sufrimiento a Dios».
Quitar máscaras y calentar el corazón
Por su parte, Rubén Vázquez, seminarista, ha caminado hasta Santiago desde Porriño, con casi mil jóvenes de la diócesis de Madrid. «El camino ha servido para quitarnos las máscaras y, sobre todo, ir calentando nuestro corazón» ha explicado a El Debate. Esta es la sexta vez que Rubén hace el Camino de Santiago, pero en esta ocasión «ha sido un grandísimo regalo y de gran emoción ver una Iglesia Joven, Viva y Alegre, que ante lo que parece que se extingue muestra su gran fuerza y su deseo de comunicarse y salir hacia el mundo».
Así relataba el seminarista su llegada a la ciudad de nuestro Patrón: «Llegamos el miércoles a Santiago los mil jóvenes con una grandísima ilusión y alegría. Encontrábamos esa meta que nos ha costado tanto alcanzar, a veces con más felicidad y otras con más sufrimiento, pero esto es lo que nos ha hecho más uno, un solo pueblo que mira al Señor y que entra en la ciudad de Santiago con esta certeza gritando: '¡Esta es la juventud del Papa!'»
Mires a donde mires, hay un montón de jóvenes enamorados de CristoPeregrino y seminarista
El retrato que a Rubén se le ha quedado impregnada en la retina es la imagen «de las caras de tantos jóvenes y no tan jóvenes que nos veían entrar y nos acogían con gran alegría, que nos animaban en el último empujón y saltaban y cantaban con nosotros». Explica que algo emocionante de la PEJ es que «mires a donde mires, hay un montón de jóvenes enamorados de Cristo, especialmente de toda España y es de gran ayuda, pues te hace ver que no eres un joven raro, sino que la verdad que hemos conocido merece la pena vivirla».
Durante la apertura de la PEJ el escenario se cayó por lo que «no se pudo disfrutar al máximo todo lo que estaba preparado». Sin embargo, a Rubén le sirvió de «enseñanza porque, pese a todo, pudimos disfrutar con poco, que es justo lo que necesitamos para reírnos, rezar y pasarlo bien juntos».
Rubén Vázquez cuenta que en la Plaza del Obradoiro recibieron una «gran acogida»: «Música, fotos, abrazos… y nosotros respondíamos con sonrisas y lágrimas, pues no se podía expresar solo con palabras la emoción, las intenciones y personas que le trajimos al Apóstol y sobre todo el amor que sentíamos, que no eran más que una pequeña muestra de todo el amor que Dios nos tiene».