¿Quiénes son los cuatro Padres de la Iglesia Occidental?
Los ocho primero doctores de la Iglesia, son «padres de la Iglesia»; de esos ocho, cuatro son de la occidental y cuatro de la oriental
el título de Doctor de la Iglesia es otorgado oficialmente por un Papa o por un concilio ecuménico a ciertos santos en reconocimiento de su eminencia de maestros de la fe para los fieles católicos.
Por otro lado, Padre de la Iglesia se consideran a aquellos pensadores, mayoritariamente obispos, que contribuyeron a establecer la estructura doctrinal de la Iglesia. San Juan Pablo II les describió así: «Padres de la Iglesia se llaman con toda razón a aquellos santos que con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos»
Cuatro de los padres de la Iglesia occidentales son también doctores de la Iglesia, reconocidos como tal en 1298 por Bonifacio VIII. Éstos son: San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio Magno y San Jerónimo.
San Agustín de Hipona
Nació en la segunda mitad del siglo IV (354 d.C.) en Tagaste, en la actual Argelia. En su juventud practicaba el Maniqueísmo, religión pagana que sintetizaba los sistemas religiosos conocidos hasta entonces, como el dualismo zoroástrico, el folclore babilónico, la ética budista y algún elemento cristiano.
Su madre, Santa Mónica era cristiana e intentó desde que era niño inculcarle la fe, pero no fue hasta el 384, cuando siendo profesor de oratoria en Milán, comenzó alejarse del maniqueísmo y a acercarse poco a poco al cristianismo, gracias en parte a los sermones de San Ambrosio, que se basaba en Plotino (filósofo neoplatónico) para demostrar los dogmas cristianos.
Alejado ya por completo del maniqueísmo, en 387 fue bautizado por San Ambrosio y un año después regresó a África. En el año 391 San Agustín fue ordenado por el obispo Valerio en Hipona.
Cuatro años después en el año 395 fue nombrado obispo de Hipona. Durante su obispado escribió una de sus obras más importantes «La ciudad de Dios», obra que respondía a las acusaciones que responsabilizaban al cristianismo de la caída de Roma a manos de Alarico en el año 410.
Las invasiones germánicas no cesaron y pronto se extenderían por el imperio, llegando a los dominios romanos del norte de África alrededor del año 429; Hipona sufría un asedio, tras tres meses San Agustín murió en el año 430.
San Ambrosio
Nació en la ciudad romana de Tréveris, actual Alemania, en el año 340. Tras la muerte de su padre se fue a Roma donde junto a su hermano estudió gramática y retórica. Tras sus estudios destacó en la carrera administrativa, en la que sobresalió gracias a sus dotes innatos, por lo que fue enviado como consularis a gobernar en las provincias de Liguria y Emilia.
En el año 370 fue a Milán, donde se estableció y adquirió pronto buena fama. En Milán existía una disputa religiosa entre ortodoxos (católicos) y arrianos. El obispo Ausencio era arriano, tras su muerte Ambrosio le sucedió en el cargo y pasó de magistrado a obispo.
El 7 de diciembre del 374 fue ordenado; ocho días antes había recibido el bautismo, porque a pesar de ser de familia cristiana, en los primeros tiempos el bautismo se recibía cuando uno ya era cristiano, tras una formación catequética.
Dedicó su vida a la predicación y a luchar contra paganos y arrianos, escribió numerosas obras contra las herejías. Teodosio III decretó entregar a los arrianos algunas basílicas católicas; entonces San Ambrosio plantó cara al poder político y se opuso firmemente al decreto de Teodosio; el pueblo en respondió apoyando a San Ambrosio y ocuparon los edificios cedidos. Finalmente murió en Milán en el año 397.
San Gregorio Magno
Nació en Roma en el año 540 en el seno de una familia acomodada, estaba destinado a la carrera política y llegó a desempeñar el cargo de praefectus urbis.
La situación miserable de Roma y la península itálica en general, le conmovió y afloró en él el sentimiento de la inutilidad de lo terreno, de lo material. Guiado por ese despertar a la realidad del mundo terreno, donó todos sus bienes a los pobres y a la Iglesia, fundando, entre otros, un monasterio en su palacio del Celio, que dedicó a San Andrés y donde se internó como monje benedictino.
Debido a su gran personalidad y experiencia política, el Papa Benedicto I le ordenó salir de su abadía para nombrarlo en el año 577 diaconus regionarius. Un año después fue llamado a servir como legado en Constantinopla por el Papa Pelagio II. Tras una larga etapa en Constantinopla fue elegido Papa en el año 590, cargo que ocupó durante catorce años hasta su muerte en el año 604.
San Jerónimo
Nació en Estridón, actual Croacia, alrededor del año 374. Hijo de una familia acomodada, se trasladó a Roma donde estudió y conoció la cultura clásica por la que se apasionó. Tras ser bautizado en el año 366 por el Papa Liberio, viajó por Europa, donde conoció la vida monástica, por la que sintió una fuerte atracción.
Después de siete años decidió viajar a Oriente, estando en Antioquía sufrió una crisis espiritual tras la que se juró no volver a tener ni leer literatura pagana. Tras esa crisis se retiró al desierto de Calcis, donde vivió como eremita, estudiando griego y hebreo y dedicándose a la oración y al ayuno.
Después de dos años retirado en el desierto, volvió a la ciudad de Antioquía, donde fue ordenado presbítero. Regresó a Roma en el año 382 para servir al Papa Dámaso I, tiempo en el que se dedicó a la revisión de la versión latina del Antiguo Testamento, publicando finalmente la Vulgata, primera versión en latín de la Biblia.
Tras la muerte de Dámaso I en el año 385, San Jerónimo se trasladó a Palestina, a Belén, donde fundo un monasterio en el que permaneció hasta su muerte en el año 420.