Cuando los políticos buscan el voto cristiano con ayunos y oraciones en nombre de Jesús
Amenos de un mes de las elecciones en Brasil, la primera dama, Michelle Bolsonaro, no ha dudado en compartir en sus redes sociales un vídeo que promueve una campaña de «oración y ayuno» hasta el próximo 2 de octubre, día en que su marido, Jair Bolsonaro, disputará su reelección al expresidente Lula da Silva.
El vídeo, grabado por pastores evangélicos y en un alarde de maridaje entre poder político y religioso sin disimulo, no menciona al candidato en ningún momento, pero es evidente que todo el metraje subraya su figura.
Sí al Jesús de los evangélicos
«Júntese a nosotros y tendremos la victoria», enfatiza Ezenete Rodrigues, pastora evangélica de Minas Gerais, mientras los brasileños se preparan para acudir en un mes a una de las elecciones más broncas entre Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio 'Lula' da Silva (2003-2010) como protagonistas de una campaña en la que política y credo religioso se confunden entre sí y se apropian de la palabra y el mensaje de Jesús para beneficio electoral.
No al Jesús de los católicos
Desde que en enero de 2019 asumió el poder Bolsonaro, su mandato ha estado presidido por la polémica en su gestión negacionista del virus, por su acercamiento a Trump y por las denuncias de deforestación e incendios provocados en la Amazonía brasileña, que han aumentado un 75 % en comparación con la década anterior. Aunque el presidente niega tales críticas, los obispos brasileños publicaron una carta abierta en la que, sin mencionar al presidente, lamentaban «profundamente que, en lugar de recibir apoyo y aliento, nuestros líderes hayan sido criminalizados como enemigos de la patria», al tiempo que condenaba «la agresión irracional y violenta contra la naturaleza» y «la destrucción sin escrúpulos de la selva, con incendios provocados de manera delictiva que están matando la flora y la fauna».
Los ataques del Gobierno Bolsonaro contra el Papa por el Sínodo de la Amazonía se han multiplicado desde los medios de comunicación progubernamentales de todo el mundo, incluso en España, donde la prensa ridiculizó dicho Sínodo y acusó a Francisco y a la jerarquía católica de izquierdistas veneradores de la Pachamama amazónica por sus intentos de llamar la atención sobre la importancia de cuidar uno de los pulmones del planeta y a sus poblaciones, olvidadas y vituperadas por las grades corporaciones que operan en la zona.
El Papa convocó el Sínodo de la Amazonia indicando que el principal objetivo era «encontrar nuevos caminos para la evangelización de aquella porción del Pueblo de Dios, sobre todo de los indígenas, muchas veces olvidados y sin una perspectiva de un futuro sereno, también por la causa de la crisis de la foresta amazónica, pulmón de fundamental importancia para nuestro planeta».
La manifestación, prevista también en otras ciudades del país, ha coincidido con el Grito de los Excluidos, gesto que organiza la Iglesia católica desde 1995 en defensa de las minorías
La Panamazonía está formada por nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam, Guayana y Guayana Francesa. Es una importante fuente de oxígeno para toda la tierra, donde se concentran más de un tercio de las reservas forestales primarias del mundo y una de las mayores reservas de biodiversidad del planeta, conteniendo el 20 % del agua dulce no congelada. Pero de este Sínodo, como de sus proyectos ulteriores, al católico español solo le han llegado desprecios y ridiculización de la labor de la Iglesia en el continente americano.
A menos de un mes de las elecciones, en estos días, Brasil ve desfilar por sus calles la marcha de representantes de movimientos sociales, indígenas y grupos religiosos vinculados a la Iglesia Católica para exigir el fin de la impunidad de las agresiones del Gobierno de Bolsonaro, que ya fueron denunciadas ante la Corte Penal Internacional por «crímenes contra la humanidad» en enero de 2021.
La manifestación, prevista también en otras ciudades del país, ha coincidido con el Grito de los Excluidos, gesto que organiza la Iglesia católica desde 1995 en defensa de las minorías y que, a su vez, coincide con las fiestas por la Independencia de Brasil, de la que se cumplen 200 años.