Stefano Abbate: «Vivimos una revolución que impone tabús, palabras e ideas impronunciables»
En la charla El Efecto Avestruz, el doctor en Humanidades y Ciencias Sociales plantea las bases de un análisis que busca comprender mejor fenómenos como la revolución sexual o los úteros artificiales
El profesor de Historia del Pensamiento Político reflexiona en El Efecto Avestruz sobre el impacto del patrón gnóstico en la historia del pensamiento y su relevancia para explicar fenómenos como el género o el transhumanismo.
¿Y si la raíz de los debates actuales en torno al género, el transhumanismo o incluso la explotación capitalista se pudiera rastrear hasta una herejía cristiana del siglo I? Stefano Abbate es profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Abat Oliba CEU, en Barcelona, y defiende –recogiendo el guante de autores como Eric Voegelin– que el gnosticismo que amenazó a la Iglesia primitiva definió también un patrón que ha marcado todos los siglos posteriores.
«El patrón gnóstico ha sido una constante en la historia del pensamiento, y lo encontramos de modo especialmente intenso en la modernidad política», asegura Abbate en El Efecto Avestruz, una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). En esta charla, el doctor en Humanidades y Ciencias Sociales plantea las bases de un análisis que busca comprender mejor fenómenos como la revolución sexual o los úteros artificiales.
–¿De qué hablamos cuando nos referimos a la gnosis?
–La gnosis es una herejía que se remonta a los inicios de la época cristiana. Se trata de una doctrina que coge gran fuerza y virulencia durante los siglos I y II, y que se caracteriza por una cosmovisión dualista. Oponen el cuerpo y el alma; el mundo y el hombre. Los gnósticos creen que proceden de un mundo superior, y que están en este mundo como resultado de una caída. Por eso, el hombre gnóstico debe tomar conciencia de sí mismo, y entender que el mundo, todo lo que le rodea, es un engaño que debe superar para reencontrarse con la vida plena.
–¿Por qué la Iglesia primitiva consideró al gnosticismo una herejía?
–En sentido estricto, porque niegan que Jesucristo sea Dios; consideran que es meramente un hombre que ha alcanzado la gnosis. Pero hay más: también es una herejía porque acusan a Dios de ser malvado, de haber creado el mundo por envidia y de no querer el bien del hombre, de engañarle.
–Defiendes que la gnosis se repite como un patrón a lo largo de la historia, ¿en qué sentido?
–Es una idea de autores como Voegelin o Hans Jonas, que defienden que se puede encontrar un patrón gnóstico, a pesar de las miríadas de gnosis concretas. La cuestión fundamental es cuál es el lugar del hombre en el mundo: para el cristiano, el mundo es un lugar de peregrinaje hacia el Cielo, pero que debe ser habitado; para el gnóstico, la vida en el mundo tiene un origen malvado, y por eso uno debe liberarse del mundo y de la propia naturaleza humana.
El objetivo es recrear el mundo, por eso vemos hoy tanta violencia verbal y linchamientos digitales
–¿En qué momentos resurge este patrón gnóstico?
–En tiempos de angustia y profunda crisis de civilización, la gnosis ofrece una explicación rápida y radical a un contexto esencialmente malo. No obstante, la solución que la gnosis ofrece a estas crisis es siempre la ruptura: la ruptura de lo que nos rodea y la re-creación del mundo. Esta es la gran fuerza de la gnosis: acusa al mundo de ser malo y obtiene una aprobación de la gente –diríamos– ingenua y sincera, porque solo personas muy buenas se indignarían hasta el punto de decir que el mundo está mal. Una forma de decir esto mismo es el eslogan «¡Otro mundo es posible!».
–¿Y hoy en día?
–Creo que hace varios siglos que estamos en un contexto revolucionario, si entendemos «revolución» como el paradigma según lo cual lo que nos es dado debe ser cambiado, evolucionado. La revolución gnóstica se explica como desarraigo, como un ataque al núcleo de la naturaleza humana. En particular, tres aspectos: la cultura, el trabajo –lo vemos en la revolución capitalista y la precariedad– y la religión, separando al hombre de Dios. El objetivo es re-crear el mundo, y por eso vemos hoy tanta violencia verbal y linchamientos digitales a todos aquellos que dicen cosas fuera de los estándares de lo correcto.
El desarraigo en el ámbito sexual busca el ideal del cuerpo indiferenciado, asexuado
–Muchos hablan de una «cultura de la cancelación».
–Para poder re-crear el mundo, la gnosis levanta diques de contención, tabús: palabras impronunciables, ideas prohibidas… Voegelin usaba el término 'Corán' para hablar de las codificaciones de la realidad impuestas por la revolución gnóstica. Son modos de pensar ya asimilados, preparados… es un mundo dogmático en sus planteamientos. Así, este patrón nos permite llegar a entender lo que ocurre hoy en día en ámbitos como la ciencia, el género o el trabajo, entre otros.
–¿La visión contemporánea de la sexualidad responde al patrón gnóstico?
–En el ámbito sexual, la gnosis dice algo muy radical: que nuestro sexo es una caída. Que la diferenciación sexual manifiesta una debilidad, una imperfección. Por eso, el desarraigo en el ámbito sexual busca el ideal del cuerpo indiferenciado, asexuado. La multitud de géneros, que parecen miríadas, a la vez resulta de algún modo una estandarización, porque todos asumen el patrón de desarraigo de la naturaleza. La última etapa de este proceso une el género con el avance científico, el transhumanismo.
–¿De qué manera?
–Por ejemplo, en el desarrollo del útero extrauterino: la pretensión de mecanizar la gestación, de recrear la vida humana prescindiendo de la carne y del acto sexual. La inclinación sexual se entiende como un engaño, algo a superar… pero esto es profundamente anti humano. El sueño de regularizar la procreación humana, fuera de la libertad, coincide con todo un sistema invasivo de control y estandarización de la persona.
Con Dios no podemos jugar a la lógica capitalista, no podemos chantajearle ni pactar
–Habla de transhumanismo, ¿cuestiones como la construcción del metaverso o la digitalización de la mente participan de la lógica gnóstica?
–Sí, en el sentido de que, frente a un entorno malvado y una experiencia de vida nefasta, lo que se ofrece como solución es una salida virtual, una re-creación del mundo onírica, virtual, fuera de la vida corpórea. Se busca una secularización casi acabada de la esperanza cristiana, un safe space… pero a la vez no se dudará en destruir a los hombres antiguos, que se niegan a participar de esta nueva etapa histórica.
–La idea de una vida eterna digital aún suena hoy a ciencia ficción…
–Sí, y en este sentido las series de TV juegan hoy un papel muy importante, porque transportan al espectador a otro mundo. En este traspaso de información de la pantalla a la persona, uno puede percibir y vislumbrar un mundo nuevo, identificarse con los personajes y normalizar los comportamientos pero este sistema onírico, vivencial, mimético no deja de ser un sistema de control de imaginarios. Es curioso: cuando las personas ven la pantalla, en realidad están siendo vistos.
No podemos pensar que somos mejores, ni puros, ni aislarnos en el monte Athos
–¿Se puede resistir a los avances de esta revolución?
–No es fácil, porque es un sistema que tiene como pretensión ser todo, pero creo que tenemos que ir a las causas. Tenemos que paliar el desarraigo; crear comunidades donde poder vivir la amistad de manera sincera y en las que permanezca una vivencia gratuita con los otros. Pienso también en la vida de fe, que es un indisponible: con Dios no podemos jugar a la lógica capitalista, no podemos chantajearle ni pactar. Y pienso que es crucial cumplir con el deber de estado, ese mínimo que luego se convierte en un máximo: el profesor debe enseñar, el padre debe educar, el marido debe estar con su esposa…
–¿Puede existir aquí la tentación de crear guetos?
–Sí, pero sería un error. No podemos pensar que somos mejores, ni puros, ni aislarnos en el monte Athos… Debemos guardar una distancia prudencial con el mundo –esto es profundamente cristiano–, pero también decir la verdad a los que la quieren escuchar, y ser muy atentos y misericordiosos con los que tienen heridas. La industria es una apisonadora, y por eso debemos ser discretos y misericordiosos con las personas heridas por ella.