Benedicto XVI: la religión según la razón
La teología y la filosofía cristiana se han debatido durante siglos entre la tesis que afirma la armonía entre razón y fe y la que sostiene su absoluta separación, entre el intelectualismo y el voluntarismo
Joseph Ratzinger es uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo. Su contribución al planteamiento de las relaciones entre el cristianismo y la modernidad, y al diálogo entre católicos y laicos es fundamental. Ha enseñado durante décadas que la razón y la fe no se oponen, sino que se complementan e iluminan recíprocamente.
La teología y la filosofía cristiana se han debatido durante siglos entre la tesis que afirma la armonía entre razón y fe y la que sostiene su absoluta separación, entre el intelectualismo y el voluntarismo. Ambas derivan de sus respectivas concepciones acerca de Dios. Para unos, en Él prevalece la inteligencia. Para otros, la voluntad, la omnipotencia.
Lev Shestov y Leo Strauss, entre otros, sostuvieron la radical incompatibilidad entre Atenas y Jerusalén. Y, sin embargo, Europa es ininteligible sin ambas, sin el radical dinamismo producido por el conflicto entre las dos. Pero, según ellos, no se puede ser, a la vez, el hombre piadoso que obedece los mandatos de Dios y el afanoso buscador de la verdad, no se puede ser, a la vez, Abrahán y Sócrates. Esto acaso sea cierto con relación al judaísmo del Antiguo Testamento, pero no para el cristianismo.
Como afirma Benedicto XVI en su ensayo La crisis de las culturas, el cristianismo no rechaza la Ilustración ni la modernidad. «Desde el principio, el cristianismo se consideró a sí mismo como la religión del Logos, como la religión según la razón». El prólogo del Evangelio de san Juan comienza así: «En el principio era la palabra (logos) y la palabra era Dios». Ratzinger llega a afirmar que la Ilustración es de origen cristiano. Por eso Ortega y Gasset pensó que la modernidad es el fruto tardío de la idea de Dios. En la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy, el Concilio Vaticano II propuso la reconciliación entre la Iglesia y la modernidad.
Escribe Benedicto XVI: «En el diálogo, hoy tan necesario, entre laicos y católicos, los cristianos tenemos que estar atentos a seguir siendo fieles a la línea básica de vivir una fe que procede del Logos, es decir, de la Razón Creadora, y por consiguiente está abierta a todo lo que es verdaderamente racional». Repárese bien: los cristianos tenemos que vivir una fe que está abierta a todo lo que es verdaderamente racional. Excelente muestra de esto fue el diálogo mantenido entre Ratzinger y Habermas.
Es evidente que algunas verdades de fe no pueden ser justificadas racionalmente (menos aún, empíricamente)
Acaso el error haya procedido de un fatal malentendido. Es evidente que algunas verdades de fe no pueden ser justificadas racionalmente (menos aún, empíricamente). Son, pues, ajenas a la razón, pero no incompatibles con ella. Y también es cierto que muchos cristianos han sostenido, y sostienen, la radical incompatibilidad entre su fe y las ideas modernas. Y también lo es que existe una versión extraviada, y no poco extendida, de la modernidad, incompatible con el cristianismo y, por cierto, también con la razón. Pero esto puede proceder de una deficiente comprensión tanto del cristianismo como de la modernidad. Chesterton sostuvo que las ideas modernas eran ideas cristianas que se habían vuelto locas. Si esto fuera cierto, bastaría con devolverles la cordura.
Escribe Benedicto XVI: «Necesitamos hombres cuya mente esté iluminada por la luz de Dios y a los que el propio Dios abra el corazón para que su inteligencia pueda hablar a la inteligencia de los otros y su corazón pueda abrirse a los demás». Sólo a través de hombres tocados por Dios, puede el propio Dios volver a habitar entre nosotros. Pero entonces Dios no toca sólo al corazón del hombre, sino también a su inteligencia.
Cuando la civilización romana parecía sumirse en la barbarie, san Benito de Nursia, retirado en la soledad de Subiaco, sentó las bases de la vida monástica y, a la vez, salvó de la destrucción los sabios libros paganos. Fundó Europa.
Nada verdadero es contrario al cristianismo. Nada falso es cristiano. Acertó Pascal en su consejo, aparentemente escéptico, a un amigo agnóstico: empieza con la locura de la fe, y terminarás en el conocimiento. Añade Benedicto XVI: «Esa locura es sabiduría, es camino de la verdad». El cristianismo es la religión según la razón.